jueves, 31 de enero de 2013

Catarsis made in Spain


Es la última moda en cuanto a soluciones sociales esotéricas, la gran terapia colectiva: la catarsis. O sea, purificación, limpieza, la purga de Benito. El remedio para todos los males propuesto por los curanderos on line del momento. España necesita una catarsis, dicen; así, como quien dice “el niño necesita calzoncillos nuevos”.
No se dan cuenta de que ya estamos en ella de pleno. De hecho, ya estamos hasta las narices de catarsis. O lo que aquí se entiende por eso, que es purgar los pecados como garraputas, pero no los que los hayan cometido, sino todos los demás, el animalario completo (con su animalmario), pues aquí nadie es inocente, y algo habremos hecho, que diría un buen maniqueo. 
Una catarsis, no a la griega (antigua, no actual), que ante la visión de la obra de arte, te limpiabas como con netol. Ahora, si tienes una, aunque sea de Barnés, o un mechero o un apechusque de la feria medieval, te la limpian, o te pide algo Hacienda. Y eso que algunas limpias que vienen contándonos son verdaderas obras de arte. Pero no. Nuestra catarsis consiste en rebajarnos todos a una, como buena sociedad ovejuna, a restregarnos en el fango, a regodearnos con las miserias y rebozarnos en la mierda, luchando entre nosotros como esas peleas en el lodo de la tele de madrugada. Un juego, comparado con la riña de patio de vecindad o de lupanar que más bien es esto, arrojándose todo el mundo las vergüenzas y diciéndose de todo menos guapo, lo más parecido a esa mala sangre que las mafias se sacan cada equis para depurarse y quedarse tranquilos por un tiempo, eximiendo, eso sí, a los pastores, impecables para que puedan elaborar el barro en el que nos revolcaremos mañana. 
¡Ay, cómo me veo por mi poca cabeza!
Es lo moderno. Así como la telebasura es la punta del iceberg, el espejo del síndrome de hijoputismo social, lo glamoroso es hacerte con ello una catarsis a la española. La catarsis inversa. O a lo gato, que es cuando éste se jiña en un rincón y, para educarlo, le restriegas el morro en sus necesidades. Pues aquí, igual, pero con cilicio, flagelándonos. Nada de buscar un modo de pagarlo racional y por lo representativo, como cualquier sociedad medio viva, que, según Ionesco, era aquella en la que cada cual puede seguir siendo otro en medio de sus semejantes. Pero cuando la porquería lo uniforma todo así, es muy difícil distinguirse. Y además, ¿quién dice que queramos ser otros?

No hay comentarios:

Publicar un comentario