jueves, 7 de febrero de 2013

El taquillaje


Lo que estos días estamos viendo en nuestras pantallas es cine político de la peor estofa. Argumentos socorridos y resobados, desarrollos farragosos, puestas en escena truculentas, guiones pésimos, actores de no recibo, montajes con manchas de bocata de atún

y directores escondidos tras las bambalinas, no para dar suspense sino por merecer un suspenso. Ya lo decía Ferreri: el mejor cine político es no hacerlo. Hasta sus más dotados devotos, Ken Loach o Costa Gavras, han salido trasquilados más de una vez. 
Montar hoy una polipeli que pegue el taquillazo (y no el gatillazo) es titánico, incluso siendo verosímil (y si algo tiene el caso Bárcenas es eso). Es cuestión de crédito. Y cuando alguien queda encasillado en la serie B o corre el rumor de estar acabado, es imposible dar el golpe. Por mucho que se logre airear el filme por todas las pantallas, meter su trailer hasta en la sopa (de ganso) del horario más caro, y anuncios gratuitos de los agradecidos, hasta convertirlo en trending topic. Si el público no está receptivo, si no está en uno de esos días fértiles y tontos, no empreñas ni a la de tres. Y más de tres, mira que cuesta. 
Y cuanto más a lo grande se divulgue, peor. Ya lo advertía el jodido Goldwyn (la pareja de hecho de Mayer): una pantalla grande solo hace el doble de mala una película. Y la pantalla de ahora es gigantesca. Ni más ni menos que toda la sociedad hecha sala de exhibición, en la que todo el mundo intoxica, mete baza, tira bombas fétidas, humo, grita, llora, ríe y jadea al mismo tiempo. Una bacanal de ruido. 
Ese es el patio de butacas donde se cuece, en vivo y en directo la película misma, que no es otra que la segunda parte de La Guerra de la Galaxia, en este caso Gutenberg, o sea de la opinión pública, virtual y mediática, cuya primera parte, Los Culpables, que iba de quién nos llevó a esto, ya ganó por un amplio taquillaje el PP. La segunda parte, que podríamos llamar La Corrupción, va de ver quién es el peor o más ladrón. 
El resultado, próximamente, en el informe de recaudación de primavera. Mientras tanto, la gasolina a euro y medio, y nada sobre la corrupción local, la cotidiana, que eso sería la guerra pero de verdad. Y nuestro dilema, si perdonamos a unos, porqué no a otros. Ganas no faltan. Lo impide el cheque en blanco para ningún futuro que supone ese viaje, con unos u otros manazas pilotando el aparato hacia la nada. Menudo marrón. Que la fuerza nos acompañe. Y la Macarena nos guíe.

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