jueves, 30 de abril de 2015

Astenia

Esto de votar se está poniendo imposible, primos. Como se supone que no vas a votar a los tuyos, que es lo normal y cada día sabes menos quienes son, entonces, ¿contra quién votas?
La pregunta del millón.
Antes, todo era más simple. Los malos, que como está mandado eran los otros, estaban claros, o H o B (y que me perdone HB). Si te caía mal H, pues votabas a B, o vicesierva. Y punto. Pero ahora es que hay tal mogollón de malos para elegir que te dejan trabicornao. Hombre, lo de a quién no votar ni atao, está más chupado. Es la típica conclusión de cualquier cuatrienio. El problema viene al buscar cómo hacerle más la puñeta al escogido para la pira funeraria. El voto útil es en realidad aquel con el que hacer más daño. Pero, a ver a quién detestas menos de entre el rimero detestable de desechos de tienta y corréculos del corral de comedias politiquero del momento.
Porque, probar por probar, rabisalsear entre el destrío y pringarte pa ná como un jemelgo más del censo, eso no es. Y practicar la esquizoofilia política, dejando ver que tan pronto te va la liebre como el podenco (¿o era galgo?), pues tampoco. Y uno, que es un desastrado y desconfía de cualquier cualquián que busque afanoso el sillón; y que padece como una especie de escopofilia electoral, o escapofilia, como se quiera –vamos, que me lo paso en grande viendo a otros votar–, pues peor. 
Y si me vienen ya a sacarle el amago a esa neurona yonqui tan nuestra cebada secularmente con el estereotipo nacional más inconmovible cual es esa polarización tan sintética como interesada, del mito de las dos Españas que han de helarte el corazón (con lo que cuesta luego calentarlo), esa gran hipocresía de comicio tan manida como criminal, es que “me se cae el voto a los pies”.

Y es que es que a mí, tales tópicos rituales sin relevancia ya, tan distorsionantes y manipuladores, en un infierno de cobardes trepas descreídos como este, es que me dan abstenia primaveral. Alérgico que es uno. Y lo tengo muy difícil. Porque lo que es morcilla cular, a muchos la ofrecen y a pocos la dan. O más bien es lo que nos dan, morcilla. Pero las campañas son para eso, ya se sabe, como el que vendía a su suegra y la daba de balde. Y yo ya tengo. 
De ahí que no me extrañe que en tantos ayuntamientos, y pese al término (no el municipal sino el de ayuntarse), elijan de alcaldesa a la patrona, la Virgen del lugar, si la tienen; que no alcaldesas vírgenes, que es más difícil todavía. En fin, que ya veremos, dijo un ciego. Y menos mal que ya no somos obreros, que es lo mejor que ha hecho el bipartidismo por nosotros. Si no, hoy por ejemplo, encima habría que ir a la manifestación, comer caracoles, vocear, dárselas de pobre, sudar, repasar La Internacional... Quita, quita. Menudo trabajazo es eso de romper las cadenas. Sobre todo la de la moto.

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