jueves, 22 de diciembre de 2016

Aguinaldos

Dices tú de populismos. Lo del acuerdo contra la pobreza energética no lo baten ni Bruselas y Evita juntos –del verbo evitar, el más conjugado por nuestros sacamantecas: yo Evito, tú Evitas, él Evita (porque siempre es el otro, claro)–. Pero sí lo han conseguido PP y Psoe juntos, la Gran Coalición enmascarada que viene a ser el culmen inédito del a ver quién es más bueno, o buenismo de nuevo cuño, y digo nuevo porque, como dicen los viejos, estos bienqueda necesitan un cuño (de moneda) para dar abasto a sus antojitos pro urna. 
De hecho, con tal acuerdo estos pastores de almas y ahora de cuerpos pínfanos expuestos al frío, acaban de firmar un villancico, intitulable como Navidades Rosas, que supera con creces al Cuento de Navidad de Dickens, ese del avaro tiñoso que es seducido para la gloria, y que va a permitir que los frioleros pobres se caldeen (allá por mayo, cuando hace el calor, y no es coña, sino cuando estará disponible) con la mejor de las energías, la eléctrica –sin despreciar la más inagotable de todas, la del pedigüeñeo–, la cual no les podrán cortar, dando así lugar, como quien no quiere la cosa, a otro bien venido por mal, que será la consolidación como segmento de negocio para las eléctricas de un buen número de kilovatipobres que hasta aquí no eran seguros para poder exprimir como clientes.

Una fidelización por decreto y a costa del contribuyente (y de las comercializadoras de corriente, en parte, cuyo coste no tardarán en trasladarnos a los “pudientes”). Lo cual significa todo un aguinaldo para dichas empresas, que ya se frotan las manos, y no para calentarse precisamente. 
Pero el aguinaldo es lo que tiene, que alegra hasta al que lo toma, y mucho más al que lo da, aunque dude de su buen empleo. Y además que, ¿quién no envidia esa energía gratis servida en bandeja por estos Mr. Scrooges convertidos a la caridad de urgencias? Máxime cuando el frío social actual, en pleno efecto invernadero (siempre la paradoja histórica), es un producto, otro más, de las generaciones más energéticamente pobres que sobreviven (la mía y la anterior), las del brasero de picón, el sagato y las camas de a cuatro para poder calentarse con calor corporal, incluidos gases. Que es por lo que tantos y tantos prefieren tirar la calefacción por la ventana antes que cerrar los radiadores. 
Luego alegría pues. Que no decaiga. Y también por la sentencia europea contra las cláusulas suelo de las hipotecas. Aunque sepamos que también la pagaremos con más rescates a escote. Para eso estamos en Navidad. Pero, Europa, por Dios, no más sentencias, eh, que queremos llegar al menos hasta San Antón. Aunque sea a cuatro patas.  

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