viernes, 2 de diciembre de 2016

Progresando

Si hay algo que no se perdona a un progre es que siga ejerciendo de viejo. Y ello por tres razones. Una, histórica, al haberse instalado definitivamente que son puretas anacrónicos fuera de lugar (así como difusas las ideologías que los sustancian). Dos, cultural, al considerarse su masa jurásica de fracasados algo obsoleto arrumbado por la historia, una tara para el futuro, un estorbo evolutivo. Y tres, económica y por tanto definitiva, al devenir algunos de ellos como iconos del triunfo, y por tanto privilegiados, ya no se les admite ni una y el que se atreve es tratado como un  jeta cínico sin derecho a nombrar la soga en la casa del ahorcado, que somos el resto de (viles) mortales. 
Lo mejor para ellos y más tolerable por los demás es, pues, que hagan mutis por el foro y pasen a las bambalinas a disfrutar de su merecida y obvia decadencia. Lo demás es seguir tocando los huevos. Y no estamos por la labor. Aunque, como son tantos y bien pertrechados, se han acabado por convertir en el chivo expiatorio ideal de la idiosincrasia conservadora ya dominante, también entre ellos, muy por cierto, pese a las muchas apariencias con que se tratan de camuflarse. 
Además de que muchos no saben ya hacer otra cosa. 
Y ahí siguen, con sus chapas anti o pro algo en la solapa y sus declaraciones provocativas ad hoc (dicen estar encantados con España pero a la que ven un micro se creen que están en Francia y sueltan boutades o tontunas incomprensibles para ibéricos). Pero lo peor es que huelen a repe que te jiñas. A dejà vu (¿es que seré yo también progre?).

Pero lo peor de todo es que, a base de perdurar sin más, son la viva imagen del remake, la copia de sí y de acabar por repelar el pasado con fines de lo más prosaico. Algo imperdonable, sobre todo en el arte. La repetición, lo dijo Hegel, lleva a la parodia, y lo que al principio es simpático el tiempo lo hace patético. 
Y luego está que todo se ha cosificado últimamente y se le presume una vida útil, pasada la cual lo mejor es pasar a la reserva, quedando todo lo más como un vintage doloroso. El éxito tiene ahora fecha de caducidad, no impresa pero tácita, que no conviene exceder, al ser lo efímero ley, y la rotación, el dejar paso al mañana, obligada. Si no, eres un adoquín, una barricada para lo nuevo, aunque éste sea más viejo que lo destinado al trastero. 
El último condenado  de la lista ha sido Trueba, al que recuerdo con agrado ponernos películas (progres) en la facultad entre asambleas. Llevó a los Goya su pin de boicot a Coca-cola y ahora se queja del boicot a su última obra, un lifting de otra de hace mucho, y que muchos no veremos (y no es por boicotear) si no es bajada de internet o en la filmoteca municipal, siempre que no sea a la hora de cenar, que los programadores parecen empeñados en boicotear, o para que hagamos dieta. Jodidos progres. 

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