jueves, 1 de junio de 2017

Cinematontunas: Una carrera de vértigo

Así fue, tal cual, la de la británica Peg Entwistle, una de la innúmeras estarletes que en los años veinte se afanaban jugándose la pellica y lo que fuera para ocupar plaza en Hollywood a toda costa. Y ésta lo conseguiría literalmente, ya que a los 24 cumplidos, y tras viajar a la Meca, aconsejada por una entonces desconocida Bette Davis, para ponerle sitio tras acampar cerca en casa de un tío suyo, y tras diversas vicisitudes, incluido un matrimonio claramente de resistencia con un compañero de viaje, otro actor que iba para eterno secundario (Robert Keith), al fin consiguió su papel en Trece mujeres, una de Myrna Loy e Irene Dunne. Pero el previsionado había llegado, y las críticas no ayudaron. De resultas, sus escenas fueron esquilmadas hasta dejarle su ya baja autoestima más abajo de los talones. De modo que se fue para el letrero de la colina y se subió a la H, de la que se lanzó desde unos fatídicos doce metros. Y al parecer estaba muy segura de ello, pues había dejado una nota que decía: “Temo que soy una cobarde. Lo siento por todo. Si hubiera hecho esto hace tiempo podría haber ahorrado un montón de dolor”.

Desde el día siguiente a descubrirse el cadáver y ser expuesto al público su caso, empezaron a circular leyendas sobre fantasmas y apariciones en la dichosa H. Cosa que ha sido aprovechada en Halloween (más H) y otras fechas para seguir con el rollo, especialmente en la cultura scare (o del susto) para adolescentes, que tanto gusta allá. Aunque lo peor de todo es el sarcasmo con que la realidad se encargó de pasaportear hacia la fama postrera a la infortunada actriz, ya que murió sin saber que le iban a ofrecer esa misma semana otro papel con el que podía haberse encaramado de verdad al éxito, en una obra en la que, para regocijo de paradojistas, iba a tener también que suicidarse, pero esta vez en la ficción y no antes del tercer acto.

No hay comentarios:

Publicar un comentario