sábado, 29 de julio de 2017

Cinematontunas: Natalista Portman

Natalie Portman dijo una vez: “prefiero ser inteligente que una estrella de cine”, dando por cierto el viejo tópico, no solo referido a las rubias y machista por excelencia de que en las bellezas las neuronas no andan parejas con el atractivo físico. 

Pero lo más curioso es que ella misma ha sido tomada como el ejemplo iconoclasta de tal estereotipo, afanándose desde su más tierna adolescencia en desmentirlo mediante la práctica concienzuda encaminada a construirse una imagen contraria a ese tópico confirmado como real precisamente con su actitud, lo cual no deja de ser gravoso para los intereses del gremio femenino en general, que tienen que seguir arrostrando el hecho como regla, confirmada por una excepción llamada Natalia, aunque no del todo, ya que no es rubia. Lo cual la hace sospechosa, según el tópico, de no ser muy tonta, que ella misma se ha preocupado de difundir publicitándose como una de las 25 licenciadas más famosas de la historia de Harvard, doctora en psicología, y aspirante a políglota en seis idiomas (en castellano solo se defiende). Y no solo eso. 
Para desmentir más aún el arquetipo negativo, y desde otro estereotipo no menos común como es el de la superioridad intelectual judía –aunque quite hierro al Holocausto dudando de su perennidad como foco de educación sentimental judía–, se sabe que sus padres no le dejaban mostrar cacha en sus inicios –después no es que haya enseñado mucha, la verdad–, obligando a cortar escenas de piel, o celuloide, que es la piel de que están hechos los sueños más húmedos, además de haberse fabricado un book en el que destaca el conservadurismo, incluido el sexual o social, rechazando papeles subidos de tono o de corte oscuro. 
Y no solo por causas morales, sino también a las académicas (guiada por los padres) de anteponer una formación universitaria a su carrera en la farándula, subrayando con ello la preeminencia de los valores tradicionales a los más reemplazables del mundo del espectáculo, aunque como estrategia de marketing, el estrechismo como táctica, si bien parezca algo fundamentalista, también puede funcionar. Así como declararse vegana desde los catorce y activista modernita caritativista mediambiental y algo posturera en su solidaridad y dedicación como Embajadora de la Esperanza, o como madrina de la vida salvaje de Tanzania –desde todo lo cerca que puede, que son unos diez mil kilómetros aproximadamente–.

 En resumen, que se lo monta de lista, profunda y seria responsable, de cerebrito bien amueblado y de neofeminista racional y centrada. Todo aquello que hoy constituye una fuerte tendencia social e ideológica en occidente y en especial en su mundillo, donde, como se sabe, es tan difícil permanecer en la cúspide. No en vano uno de sus ensayos como psicóloga reza: Activación del lóbulo frontal durante la permanencia del objeto: datos de una espectroscopia infrarroja”. Aunque es evidente que ella, ni es objeto, ni rubia. E infrarroja, ni se sabe.

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