viernes, 25 de agosto de 2017

La exclusiva


Lo peor de las matanzas es que luego hay que lavar las tripas, hacer las morcillas, orear la carnicería, picarla, embusar, todo el fritorio, y para terminar fregar todo bien hasta la próxima. 
Ahora estamos en el oreo y lo que se dice empezando a picar carne, tras la fase previa e ineludible de los obligatorios chistes macabros que ni aposta: “todos unidos venceremos”, “no podrán con nuestra democracia solidaria y progresista”, o el rebuscado para la ocasión “no tenim por” –ojo al pronunciar: porc es cerdo–. 
Que yo, dicho sea de paso, me descojonaría aquí mismo, si tuviera ganas y no se tratase de los típicos dichos necios de componenda y circunstancia con los que nos salen a la que pintan bastos los profesionales de liarla parda, con ese mismo falso optimismo utilizado para otros casos fúnebres, como cuando se descuelgan con minucias tales como: “le tocaba”, “ya ha dejado de sufrir”, o el “ahora hay que seguir”, aquí tan repetido como inane –si te parece, nos pegamos un tiro, no te jode; como si no tuviéramos bastante con ellos mismos a los micros–. 
Será por eso que en esta siguiente fase, la de embutir, que ya comienza, el humor, más de adobo, si no más gracioso sí se muestra ya más divertido. Así esos vecinos y conocidos del asesino al afirmar que era una buena persona, un chico majo, no un nini ni nana de eso, sino un buen estudiante, con su empleo y todo, y su sueldo, y hasta hablaba perfectamente el catalán –aunque esto, si era buena gente, ya se supone y holgaba decirlo–. Y lo de tirarle bolardos a la alcaldesa desde un púlpito tampoco está mal para calentar el show
Todas estas flores...
Pero la palma del entretenimiento es para la CUP, los reyes, con perdón, del chiste proletario, al prohibir, eso tan reaccionario, al “borbó” encabezar la mani de mañana. Y eso que como medida higiénica no está mal. Pero lo de que es por ser culpable indirecto en lo de La Rambla y co-genocida en Yemen, por ser amigo de los Saudís y otros mojamas, no lo supera ni El Papus, aquel periódico autocalificado de neurasténico muerto por atentado, precisamente, en los ochenta. 
Y eso que los couperos, antes de hacer tamañas afirmaciones, supongo que habrán hecho los deberes del buen revolucionario, y ya puestos, no echarán, por ejemplo, gasolina al coche que proceda de ningún país criminal o irrespetuoso con el planeta, como tampoco se les ocurrirá vestirse con ropa hecha por niños explotados del mundo (uníos), ni echarán a la bonoloto de Montoro –al que odiamos también aquí–, ni espero que los cubatas los hagan con cocacola, aunque la sede ibérica, vamos a dejarlo ahí, de ese maléfico y oscuro brebaje esté afincada en su nación, el país petit que dijo Pla
¿...no estarían mejor aquí?
Aunque, después de verlos tragar con que sea la policía la que vaya delante en la pre-Diada de mañana ya tengo mis dudas de su ecuanimidad y puesta a punto revolucionaria. ¿No habíamos quedado en que los cuerpos represivos eran lo peor? ¿O solo los de otros? ¿O es que ya ven a mossos y guindillas como el Ejército de Liberación Nacional dispuesto a ocupar prêt-à-porter el lugar de los ya casi desbancados (por autoeliminación) cuerpos y fuerzas de seguridad del Estado, y por tanto preparados, listos, ya, para darles el monopolio de la violencia (¿contra quién?) que cualquier estado debe detentar si quiere serlo, entre otras cosas para garantizar la paz, aunque sea la de los muertos y aunque suene a cachondeo.
Y es que, aunque parezca de Perogrullo, la pluralidad de fuerzas represivas, más que la paz, lo que garantiza es el enfrentamiento. Y ahora es cuando desde esa barrera ven con cierto optimismo y no sé si claridad que pueden quitarle la exclusiva al estado (visto como ajeno) que la ostenta, dudosamente ya. 
Esa es la gran cuestión política alumbrada (en realidad poli-mili) y tanto tiempo ocultada a todos y por todos, desde izquierdosos hasta fachas, y por fin puesta sobre la mesa de sopetón, como recién descubierta como un eureka a raíz del gran crimen, y ya veremos si las distintas fuerzas del procès no tienen muy distintas formas de acometerla, pues ahora sí que se habla ya de palabras mayores. 
La pregunta por tanto en el nuevo esquema posible ya de oficializar la presión y coerción en un sentido claramente fracturista, y ahora bajo el amparo (o amenaza) de una fuerza (¿de paz?) institucionalizada, que puede ser propia o contraria, según vengan dadas, lo cual implica la renuncia obligada a la violencia por el resto de la sociedad civil separatista (la física, las otras seguirán), es: ¿Qué papel jugará entonces la gente de a pie, o aunque sea motorizada, en ese nuevo reparto de papeles y situación? O dicho más en cristiano viejo: ¿Y las masas, qué? Pues me temo que, de momento, como siempre, a lo suyo: osease, de mataero en mataero.

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