lunes, 4 de diciembre de 2017

Hecho diferencial

Estos días en que la hojarasca desafía al buen Newton, nos han traído como un cierto y romántico aire jacobino a nuestra depauperada lontananza política, mostrándonos otros semblantes distintos (y distantes) de los mastuerzos, modorros y amajanados que nos gastamos por doquier, con cuya eflorescencia menuda o
sutil de tardoprimavera rebrotan, tras un verano socarrante que dura años, la anémona sorpresiva de lo inesperado que resulta ver cómo en una campaña autonómica, pongamos la catalana, apenas se habla por ejemplo de hipotecas, del transporte, de la atención primaria, de guarderías, del trabajo en el hogar, del desempleo juvenil, de las viudas y personas solas y otras cosas que al parecer están por solucionar en todas partes salvo allí, en Cataluña.
No pretendo engañifarme con el distingo de unos candidatos de dulce frente al rastrojo mesetario, más mostrenco, y también podría ser que el motivo de ese detalle tan elegante del mitineo bajo los amarillos y grises de diciembre fuese para desviar hacia sus contraluces las verdaderas preocupaciones del poble, que una vez más ha demostrado que en lo único que no escatima es en pragmatismo, obligando con su actitud a los políticos, mal que les pese, a prometer al menos alguna cosa concreta, útil y hasta necesaria que echarse al coleto, preguntándose algunos de dónde habrán salido estos nuevos catalanes materialistas, siempre pensando en lo mismo, que no se conforman pues con que alguien les proponga por todo programa ser un nou estat, sino que, además, pretenden que su vida cotidiana funcione sin grandes desvelos. Habrase visto; como si fueran hijos cualquiera de botiguers, y esto no hubiese evolucionado nada. Qué gente más antigua.

Pero eso aparte, ¿es que están locos esos catalanes de nuevo cuño? ¿Cómo se atreven a hacer bajar del pedestal a sus aspirantes para ponerlos a hablar de cosas caseras, nada, tontadas, ñoñerías del día a día, sin esas reyertas ideológicas tan relevantes que tanto resuelven? Y sobre todo, ¿qué se habrán creído? Pues que sepan que no nos dan envidia a los demás, pues el resto no tenemos que soportar campañas autonómicas ya que nuestros candidatos suelen ser de una monotonía irreparable, y además suelen ser tan buenos que nos tienen a piquico de rollo y nos lo ponen a huevo, sin hacernos cavilar cuál será el más idóneo. 
Así que, envidia, ¿de qué? Lo único es que a veces nos gustaría ir más atrasados, como Cataluña; nada, sólo por divertirnos un poco, por variar, por echar una canita al aire, y que la simple caída de la hoja nos pareciese un hecho natural y no uno maravilloso que, como todo, se debe y hay que agradecerlo a la magnanimidad y omiscencia del gobernante. 
Porque vivir en el paraíso también puede resultar un coñazo. Ah, y también nos gustaría por aquí que solo nos quedasen 20 empresas que facturen más de 1000 millones de euros. Cada una. Sería inconsolable. Pero todo un hallazgo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario