lunes, 19 de octubre de 2020

Apoteosis: la receta económica (y sindical, claro)

De cómo solucionar esto en 6 lecciones (refrito de 2011, o sea que la cosa viene ya de largo)

    Esto no se soluciona, como dice el eslogan, entre todos. No hace falta tanta gente. De hecho, así, a bote pronto, se me ocurren seis pasos que, por la fecha, bien podrían aprovecharse, y que brindo sin compromiso.  

1.– España debe no sé cuantas veces su valor y vive a crédito. Y sólo hay dos formas de pagar tal deuda antes del embargo por cuatro perras de lo que quede: una, con impuestos; otra, trabajando barato.

2.– Los únicos impuestos viables son a clases medias para abajo, insuficientes y cada vez con el garrón más pelado. Y trabajar barato es lo último. Lo penúltimo es trabajar.

3.– A estas alturas, está claro que son los sindicatos los que deciden sobre eso. Y que los sindicalistas, aun perteneciendo a las únicas organizaciones estructuradas como partidos de masas hoy funcionando –el Psoe es un sindicato de cargos públicos, y Podemos un becario de lo mismo–, no dejan de ser clase media (si hay algún obrero, que lo diga, porque es noticia), y sus clientes, de ahí para abajo. Así es que malamente van a tragar ese enjuague.

4.– Si no tragan, mientras se espera una mejora improbable y se estira la goma para ver lo que el sistema puede soportar, éste se deteriorará, a riesgo de romperse. Y no se equivoquen: ellos son el sistema. Aunque, en realidad, lo que se les pide, más que el harakiri, es cortarse un brazo, para poder hacer la transición laboral hacia la globalización. Como para cantearse, pues.

5.– Aparte de que nunca pasa nada, que eso es cierto y lo único sin remedio es la blanca, una consecuencia previsible de tal inmovilismo podría ser que, en vistas de que la reforma no se hace desde arriba, se haga desde abajo, o sea, por las bravas, salvaje y pasando de agentes e instituciones. La ruptura. Vamos, que los mismos que ahora no quieren currar en malas condiciones, se ofrecerían a hacerlo en peores casi gratis. Y adiós al sindicalismo conocido. Hasta entonces ellos seguirían con sus prebendas.

6.– Una alternativa es forzar un cambio, acompañar a Sánchez hasta el abismo y allí dejarlo caer (lo cual no estaría mal: es un buen comienzo). Pero eso supone franquear el acceso a quien sí puede hacer las reformas, a las que oponerse y demás, que está bien (para lo cual tendrían que hacer cursillos de reciclaje; aunque por cursillos no será), pero también menos guita. Un mal negocio.

Conclusión: la única alternativa es la revolución. Así es que hoy no, que estoy de permiso, pero mañana, que es más propio, me apunto al primer sindicato que vea. Lo juro.




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