viernes, 16 de octubre de 2020

BARES

De verdad, lo último que me esperaba era que Pedro Sánchez fuese un cierrabares. Un poco macarrilla de pasarela, algo creído y vacilón, y un poco soberbio y arrogante tirando a tirano cabroncete y tal, sí, pero no lo veía yo tan maleante como para acabar con el último refugio de la libertad. Y eso que sus raíces deportivas no anunciaban nada bueno, aunque los ha habido de su cuerda que se han encestado cosechas enteras de agua de fuego.  

Pero este es otro puritano, otro de la liga de la decencia y está claro que el nuevo líder del Ejército de Salvación, que igual acaba viendo películas en El Pardo y aconsejando a sus ministros (menos al Illa) que hagan como él (y Fernando Simón) y no se metan en política. Ni en los bares. Ni nada en el cuerpo salvo supositorios, para empatizar, más que nada, con el subditaje. 

Y es que, aunque se haya dedicado a estudiar economía, como es evidente, y a escribir tesis, no en servilletas de papel, como dicen sus detractores, sino en cuché y cum laude (o guitarra, según otros), este abstemio de las pequeñas libertades, que hacen de España un lazareto aunque sea al aire libre (de momento), se habrá percatado ya de que los barítonos, sean clientes o barmans, tienen difícil el teletrabajo, ya que su faena es anegar la soledad entre brebajes, y son unos desobedientes y recalcitrantes peligrosos, y por tanto unos fachas con los que hay que sacarse la Estaca de Bares gubernamental y aplicarles con el gris BOE aquel “¡disuelvansén!” propio del “3 es multitud” de otros tiempos. 

Al chico no le van los tríos; él es más bien de ful, y como buen aspirante a autócrata sabe que los bares son el gineceo donde se guarda la semilla de la llama sagrada y la trinchera de los opositores con más alma (y grados). Y los más peligrosos, los al cabo de la calle, pues del contubernio turiferario de la barra a liarla fuera solo hay un paso. 

A los de terraza, que es como el interfaz pequeñoburgués entre la mesa de mármol y la intermperie, ya les llegará el turno. Porque el Doctor Caligari ya no sabe que hubo un Gabinete que cantaba que no hay como el calor del amor en un bar. ¡Quiá!







No hay comentarios:

Publicar un comentario