jueves, 28 de enero de 2021

Con un par

 Necesitamos esperanza más que Cenicienta una rumba. O eso o buenas mentiras, que también haylas, y, como la buena verdad, también son tenebrosas. Pequeños, dulces cuentos, uno tras otro. No hay mejor ayuda para creer o dormir, qué más da, y amenizar la espera de lo que nunca llega. Y ahora sí que estamos en las mejores manos. 

Unas manos que crecen, a la par que los cuentos, a la par que el estado, que va a más, siempre mala señal. Con el Emérito aún en tránsito, y por tanto gorronea (¿o era gonorrea?) a los jeques, y algo nos ahorra. O ese obispo que en estado (de buena esperanza) se vacuna antes que sus feligreses para garantizar su pastoreo. Y quieren que dimita (como si lo fueran por votación, oh, cielos). ¿Y quién guiará al rebaño por el valle de las sombras? 

O los liberados sindicales de la sanidad que no se reincorporan –¿no falta gente?–. Aunque mejor así: imagínatelos trabajando. Más vale estar solos (en los ambulatorios, haciendo de todo menos atender pacientes) que mal acompañados; y además habría que vacunarlos (al que no se haya colado, que esa es otra). Que ahora tendrán por fin de jefa a una mujer cuyo gran mérito es llevar media vida militando en el partido. 

O que el profeta Iceta, al fin desalojado de su madriguera de mofeta de la Barceloneta, se viene a Madrid a jugar en las grandes ligas, echar una mano de trilero fontanero lapa y poner toda su malicia (más que un gato en las uñas) a disposición de las naciones española y catalana, con un par –¡ahí, ahí, marcando territorio! por las esquinas antes de arribar (a la Admon. Territorial)–, en una operación similar a cuando se trajeron de Río al Dioni, y aunque de hecho él ya sea todo un par, de Sánchez, otro par sin par. 

Y Rosa Díez diciendo que estamos gobernados por un golfo. Un golfo al que ahora se ha unido un cabo (primera), el de la calle. Todo un par para un bis, o un vis a vis, si us plau. Qué buenos cuentos para coger el sueño y congelar los sueños y el conocimiento a lo justo para pasar el día. A lo que resulta de todo eso ahora le llaman procrastinar, pero lo que seguimos, pese al calor, es congelados de resignación. 



No hay comentarios:

Publicar un comentario