miércoles, 20 de enero de 2021

Invierno

 Con el nevazo he vuelto a los dieciséis. Violeta decía a los diecisiete, pero creo que era solo por mantener el ritmo poético. Lo suyo son más los 16, o los 15 –más dinámicos– y si es medio siglo después, mejor. El tiempo hace más fácil el recuerdo. Aunque para volver a los 16 yo nunca tengo pegas. Pongo Jumpin’ Jack Flash, y en el primer riff ya estoy electrizado y allí, en un baile del Rabo de la Sartén, absorto con la versión del grupo que la toca. 

Y conste que yo, criado con esa papilla sentimental de copla, flamenco y bolero, era más bien umplugged y no eléctrico, y de los Beatles –una traición tan congruente como típica–, de los que ese año hice un curso intensivo en casa de Miguel Arroyo, un anti Stones nato, como debe ser en un paisano de Platero, y que (quizás por esas raíces) tenía hasta el Álbum Blanco, cuyos acordes se nos hacían cuesta arriba, y mira que él le echaba horas, confinado como estaba entonces con sus males.

Y ahora se nos ha ido con estos otros, a su estilo callado, haciendo raro aún más raro cómo nos sorprenden todos los que se van hoy día, como un gotero de huidos, demostrándose que nuestro hilo conductor no son los virus sino la memoria (a la fuga) que los une. 

Y es que, si algo hacen las pandemias es fidelizarte, lo primero, a los clavos ardiendo del vivir, siendo el principal de esa mercadotecnia emocional el recuerdo, ese adosado vital post cincuentena que se vigoriza en el aislamiento y que nos hace ferlosianos sin querer, observándonos vivos en pasado y de dudosa identidad, si no directamente anómicos en el futuro más cercano, pues, y parafraseando al poeta, no solo vendrán más virus (o años malos, que diría él) que nos harán más ciegos, sino que vendrán más años ciegos y nos harán más malos –lo cual transgrede ese buenismo criminal del “de esta vamos a salir mejores”, de donde lo segregado de estos versos–. 

Pero es que además vendrán más años tristes y nos harán más fríos –y no solo por los nevazos–, y nos harán más secos –y no por las sequías–, y nos harán más torvos –y no por la crispación–. Lo que ya no vendrán son los 16. O los 17 de Violeta. Ni siquiera los Beatles.

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