martes, 9 de marzo de 2021

Chi, cago. –Artículo viejo (pero no envejecido: Birmania, Yemen, Siria, Rep. Centroafricana, etc, etc, que no quiero aburrir)–

 Las cosas de Chicago han creado escuela. Por ejemplo, los corrales-embudo de sus mataderos en serie; por ejemplo, el gansterismo de extorsión, coacción y represión, tan bien adoptados después por tantos estados; y por supuesto, sus laureados economistas que, partiendo de la casi nada idea de Marx de que todo es economía, han llegado hasta la miseria del delirio del beneficio factible de cualquier aspecto de la vida. 

Un buen día, algunas multinacionales, bancos y políticos usamericanos, tuvieron la idea de envasarlos y venderlos como un producto tres en uno, a unos milicos chilenos para hacer la prueba del algodón en lo que consideraban y consideran su cono o coño sur, y he ahí los resultados, que, para no incordiar aún más al personal, omito. Luego, aprovechando que el Támesis pasa por Londón, un juez empapela al jefe de la banda de barriobajeros con licencia para matar y todo el mundo se empieza a calzar los guantes de manipular alimentos, que es lo que se lleva en vez de envolvérsela con papel de fumar. 

Y no es para menos, pues resulta que los crímenes contra la humanidad van a mil por hora y que desde Europa, donde toda la sangre del mundo rentúa en sus bancos a tutiplé, se pida la extradicción del bicho y no se pida, por ejemplo, la de los de El Salvador, Argentina, Ruanda o las Chimbambas, que no tiene más lectura que la de ser antieconómico –y aquí la escuela de Chicago es irrefutable–, no yendo desatinados sus defensores cuando acusan a España de ver la paja en el ojo ajeno y la viga en el propio, pues que el autoolvido sirve de mecanismo de supervivencia y echar cuentas al mal ajeno dinamiza.


Además de que el justicialismo histórico viste mucho más que, por ejemplo, sacudir con toda la badana de la ley allí donde la espalda social pierde su honroso nombre convirtiéndose en un culo de agresiones a mujeres, marginaciones mil, vejaciones y terrorismo contra los diferentes, y otras con las que no quiero aburrir pero que entiendo aburran a los jueces, que ni les entran o las despachan con sentencias hechas en papel higiénico, ahorrando sus fuerzas para ajusticiamientos más ejemplarizantes, aunque al final se dejará hacer de verdugo a la naturaleza, esperemos que cuanto antes, aunque los vampiros ya sabemos lo que duran. 

Pero a lo que íbamos, que yo sepa, el Kissinger, apoderado de matanzas sin número, se pasea por el prado y nadie le dice ni mú; la General Electric, la Westinghouse o la Anaconda, con responsabilidades en el golpe, y con intereses también aquí, jamás se les pidió una explicación, y no digamos a las honorables fundaciones implicadas en el amasado, a las que todo el mundo hace el parabién. 

Evidentemente, es mucho pedir y siempre se dijo eso de “los jóvenes, es que lo queréis todo y ya”, pero es que uno ya no es tan joven y querría tener también un atisbo de justicia que recordar desde la marea de decepción total que se nos avecina, y al final habrá que vivir de la ilusión y, como siempre, pensar que el poyo de la extradicción al menos evitará que a Pinocho le den el Nobel de la Paz, algo que estaba cantado, por el espléndido uso hecho de la dinamita en su país, pues los terroristas siempre fueron de los principales clientes de su inventor. 

Lo más seguro, volverá a Chile y morirá en paz como todos los malos, siendo la única esperanza que engorde y, siguiendo hasta el final los esquemas economicistas de la escuela de Chicago, dé de comer al máximo de gusanos aborígenes. Claro que éste es tan hijo de la chingada que lo mismo manda que lo incineren.




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