miércoles, 7 de julio de 2021

Nueva normalidad

 Hacía tiempo que la gente no se mataba con el coche, quizá porque no había donde ir. Que los crímenes de mujeres parecía que habían aflojado, por haber asumido todos un posicionamiento más doméstico. Que los obreros no dejaban su vida en el tajo, porque este se había quedado romo. Que los niños no se ahogaban en los pantanos, porque no había niños ni pantanos. Que los forestales no se quemaban en los incendios, porque los pirómanos estaban en cuarentena. Que los homosexuales no eran pateados hasta morir, pues las jaurías estaban en sus perreras. Que nadie caía en una pelea de bandas, salvo en las de rock; que nadie fallecía por insolación, por haberse agotado los idiotas (cruel espejismo). Que nadie iba a la morgue por un yuyu alcohólico; qué muerte más de garrafón; o que un balconista conseguía morir en su empeño, pues solo los ángeles beodos tienen alas. En fin, que la muerte también es para el verano, y no solo las bicicletas. Aunque igual resulta que lo que queríamos no era morir, sino seguir matando. Nos vamos descubriendo y, por supuesto, mejores. Con lo bien que estábamos de manera pasiva muriendo por covid. 

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