jueves, 22 de julio de 2021

Sin fondo

 Mientras Sánchez practica el afuerismo –que no es ningún refrán o adagio extranjero sino irse a hacer declaraciones intrépidas al exterior, que es el parque temático de los falsos–, crecen los recelos hacia él en Europa, y no te digo aquí, que ya se le hace hasta vudú, mal hecho, pues ni pringa, ni nada. 

Aunque lo de Europa es la monda –c’est la monde–, con su cartelito perenne tenderil de “aquí no se fía”, y fiándole a espuertas al sacamantecas, para pedirle luego que cumpla o le cortan el chorro. Menudo papo. Como cuando te daban un duro para la feria y te decían “pero no te lo gastes”. Y como si no supieran lo que va a pasar los muy bandidos. 

Porque los dichosos fondos –para el que los trinque– son la palanqueta, el cebo, la galguería, de la nueva reconversión que Europa (o sea, Alemania) quiere hacer para cambiar algo (aquí y donde pueda) para que nada cambie (allí), como ya pasó al entrar en la UE, cuando exigieron que le pegásemos fuego a media economía, que parecía como si tuvieran un cartel como el Infierno del Dante, diciendo “abandona toda esperanza de autonomía industrial… que para eso estamos ya nosotros”. 

Pues ahora, parecido, instando a que no lo gastemos todo en lifting, bótox o balones gástricos (que cada vez van a ser menos necesarios, ya verás), y sí en renovarse, que en román paladino quiere decir que nos adaptemos a una nueva división del trabajo en la UE, a sacrificar lo poco que queda, producir solo lo que a algunos les interese, tragarnos todo lo intragable que nos toque, y si queremos más, que nos lo curremos por nuestra cuenta. 

Pero, eso sí, sin meter a esa mala gente (salvo cuando negocian con ellos) que son chinos y rusos, que no serían mala ayuda para empezar a mover esto desde Algeciras para arriba; el desarrollo circular, que dicen ahora y que se promueve desde Levante como tercera vía de desarrollo, frente a los privilegios del neocentralismo madrileño y el neoproteccionismo catalán. Y que ellos seguirán invirtiendo, pero en Cataluña y poco más. 

Vamos, que nuestro problema fundamental, la desigualdad, tan acentuada por la mala marcha autonómica y su tara sobre la gobernabilidad nacional, es fácil que vaya a más y lo de españoles de primera y de segunda sea un hecho crónico y casi irreversible, gracias a estos fondos y a otras cosas de fondo. 

Lo dirán por las gafas, claro.

Y salvo Madrid, Barcelona y Euskadi, todo quede para jabalíes, ayudas y antropólogos. Menos mal que en USA alguno ha visto ya en Sánchez –y ya sabemos a cómo sale en dólares el kilo de elogios– al Kennedy español, tan apañado e impostado, solo que sin Frank Sinatra. Y nosotros, sus negratas, o sea. 

Así es que lo mismo nos emancipa y todo (y nos devuelve los derechos civiles). Lo que sí que no hará es lo que ya propuso Sagasta hace más de un siglo: ya que gobernamos mal, gobernemos barato. Y menos ahora, que es nuevo rico.

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