jueves, 1 de julio de 2021

Maoístas

El idiotismo es parte de la argamasa del ser humano. Y ni el descreer ni el olvido como antídotos funcionan demasiado. Al contrario. Ejemplo. 

Ahora hace 50 años que acabó la Revolución Cultural, en la que gente, urbanita por lo general y con el cerebro a medio hervir la emprendió contra los señalados por el poder como enemigos (las célebres Cinco Categorías Negras) obligando a los que dejaban vivos a redimirse en el campo, previamente limpiado –a Lin Piao, a ese, el subjefe, también lo limpiaron– de campesinos con tierra. Comparado, lo del Covid ha sido un jueguecito (¿de diseño?). 

"Que se abran cien flores y cien escuelas de pensamiento
compitan"
. Mao.
En la ilustración, flor abierta.
Pues bien, aún caliente el genocidio, toda una promoción de por aquí recién destetada adoptaba esa loquera como su guía y su luz. Naturalmente, se predicaba en los bares –de La Zona, la única creación de dicha generación–, burladeros prudentemente alejados de la azada, y conociendo la hoz apenas por el dibujito de los panfletos. Todo de lo más normal. 

Lo raro y más preocupante es que algunos procedían de verdad del campo. Porque, o de verdad creían en él como el paraíso y panacea social, lo cual era muy chocante con su marxismo declarado, que siempre calificó al campesino como el elemento más atrasado; o, peor aún, que pensándolo, pero tratando toda la vida de huir de él, como era visible en su tenacidad por escapar de vendimias, ganados, barro y demás lindezas, y su creciente apego al agua caliente, el asfalto y la calefacción (ah, y los escaparates), de pronto volvían al fanatismo del mataero y el arreburra como formas supremas de organización social. Y si se te escapaba una sonrisa o una ironía (por conocimiento de causa) te acusaban de falta de espíritu revolucionario. 

Gracias al cielo, no ganaron, o sí, pues luego correrían a integrarse en el nuevo sistema de pasteleo y pesebre, volviendo a La Zona ya con mando en plaza cambiando el manchao, el vino con vermú, por otras sustancias más de moda. Pero al campo lo dejaron en paz. O sea, en manos de la gran cadena de poderes que lo exprimen, con el campesino (rico o pobre) como esclavo de todos, que no puede liberarse ni haciéndose maoísta. Tan solo largándose.


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