jueves, 26 de mayo de 2022

Astenia

 Hoy estoy feliz. Es mayo y todo augura que este verano tampoco tendré que encender la calefacción. ¡Jódete, Galán!

Y los pajaritos cantan sin cesar –¡que les den a los 40 Principales!–, locos con el orgasmo floral de estos días, que no te deja respirar y te tiene hecho una plasta mortecina. Pero y lo bien que te encuentras, llorando y moqueando a lo Becquer, todo el día, como si estuvieras enamorao, eso no tiene precio. 

Y luego sales a la calle, y al ver a esas niñas –que lo son, oficialmente–, ahí subidas, en la cresta de un banco, apiñadas cual gorrionas, preciosas, te felicitas de que ya puedan decidir abortar y todo, ¡antes de votar!, y sin necesidad de saberse la lista de los reyes godos, y te dices, ¡Oh, gracias, Dios mío por estos bienes –y este viernes, dicho sea de paso– en este lugar maravilloso!, este ejemplo para la humanidad, que lo es, y aún lo podría ser más si Putin, en vez de lanzarse a la guerra, se hubiera fijado en él y en su forma de enfocar su moribundia, y en vez de con tanques y petardos, la hubiera emprendido en Ucrania con palas, taladros y volquetes, diciendo que iba a peatonalizarla. De prestado y sin plazos. El nuevo concepto de guerra, pacífica, eterna y benéfica. Polvorienta pero ilusionante. Como Chanel. Premio Nobel de la Paz, seguro. 

Otro invento local que al final se llevará cualquier oligarca de los que se han traído al jeque ese primo de Juan y Medio para hacerle corán a corro, oh, Alá el misericordioso. Un moro rico –o árabe– tan alto que el Almeida, al darle las llaves de Madriupol, parecía que le iba a magnar el ombligo, y que según parece nos va a llenar esto de gas, con tanta dieta vegetarina, y nos van a tener que recetar aerored y ponernos bocabajo como a bebés. Aunque bocarriba también nos dan ya lo nuestro. 

Y ya, con la bajada del 2% de la luz durante 12 horas, la de la inflación de 2 décimas y el pase per nocta turístico concedido al Emérito en Sanxenxo, de soltera Sanjenjo, es que casi me salgo de gusto. Y ya me escurro y me despido al saber que al fin, ¡ayy!, vivo en una ciudad, ¡arrg!, adherida, ¡sí, asíí!, a la Red de Ciudades Antifascistas. Aaahhh!!

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