jueves, 4 de agosto de 2022

Césares

 Con tanta ola de calor, a Sánchez le ha dado un calentón, aunque no creo que acabe creando la Gestapo termométrica, sabiendo el despilfarro calorínico

de su adorada clase media trabajadora, que tiene que cerrar radiadores y abrir ventanas para poder habitar en la calefacción central, y el contador a toda mecha de sus pobres energéticos con bonos eléctricos pagados a escote. 

Todo esto es chanza, folclore y serpientes para el veraneo, esperpentos que no trascenderán al no haber un Goya que los pase a la historia. De ir en serio solo tendría que apagar la mitad de las bombillas públicas, y la bajada del gasto y de contaminación lumínica serían impresionantes. Pero la guerra es otra. Y no va de corbatas, sino de ponérnoslos de ídem. 

Se trata del aquí mando yo, y aprovechando causa mayor como es la supervivencia, sin aportar soluciones reales, instaurar otra cortapisa, ahora energética, para ampliar los modos de presión, coacción, o incluso prohibición en lo cotidiano, que con los políticos ya en marcha (como el decreto mordaza de Rajoy, que él no ha derogado), o de expresión –ahora mismo no hay ni tres medios de comunicación independientes-, rebajar algo más la graduación democrática del sistema, ya casi 0-0, promoviendo, con la guerra, no una unión a lo Churchill que ayude a levantar el nivel, sino otra autocracia más con pinta democrática. O sea putinizarnos –putearnos ya lo hace-, que es la tentación de todo político a la que ven la ocasión. O sea, el cesarismo. Acabar con la república, y la res pública, para mí. 

Macron, ese mal ejemplo (pues a todo el que entra en el Eliseo le da el síndrome napoleónico), al que Sánchez adora en su fino hijoputismo, se sacó lo de cerrar puertas al aire acondicionado, pues a un neoliberal no se le ocurre impedir el malgasto privado, y Súper César ha retrucado con los 19 grados, las multas y el copón igualitarios, aunando tiranía e incompetencia, que es lo nuestro: tú vas a un kiosco de prensa de verano y no puedes comer pipas (pero sí en un banco al lado). En cambio puedes fumarte un puro rodeado de niños viendo cuentos. No todo va a ser malo en tiempo de césares.

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