miércoles, 17 de agosto de 2022

Turismo

 

Los humanos, que cuando homo sapiens éramos la mayor amenaza del planeta, en la versión homo turísticus o zascandil al fin somos los terminator del mismo, pues en el turismo, en efecto, se dan signos de destrucción tan definitivos como el atiborre de omeprazol, la venta de preservativos, aunque solo sean para vacilar, o los injertos de pelo turcos. 

Y todo, por ese impulso inocente pero nómada que nos lleva a acabar con todo de aquí para allá, como los ñues o la langosta. Y más si te lo venden a lo Sarita, como un placer genial, sensual, y hasta bíblico, “salid y multiplicad el caos, que os lo merecís too después de to lo que hemos pasao”, que es como los políticos nos mandan a buscar la cagada del lagarto por esos mundos por nuestro bien. 

Y todo, también, para tener el mínimo de testigos de lo que es su afición principal: hacer de turistas pero en casa. Por eso no suelen viajar o lo hacen de incógnito, ya que están dedicados a ful a la destrocina de su propio entorno, y no quieren competencia. Y como están por todas partes… Hasta en la Antártida se han hallado vestigios de políticos, como palas excavadoras y planos que parecen de alguna peatonalización. 

Al primero que mandaron fue a Marco Polo, que lo inventó, al saber más o menos adonde iba, pero no muy bien si a primera o cuarta línea de playa, y al no encontrar un restaurante acabó en un chino y trayéndose baratijas. Por todo ello, crece la indignación anti turismo, y en Venecia la gente piensa abandonar la ciudad para dejársela bajo peaje a las manadas y hordas, con guías tipo flautista de Hamelin, a ver si se ahogan en los canales. 

Y el movimiento crece por doquier. En Barcelona, con tanta gentrificación, ahora lo que quieren separarse es del visitante. Y si de Madrid, donde dicen que han visto turistas hasta en Usera, antes te ibas al cielo, ahora te vas del atraco a tu casa. De momento, la cosa está en ese punto líquido de querer que el gorrino se haga gordo pero que coma poco, o sea quedarse con las divisas, pero sin las molestias. Lo que en lenguaje poético se dice querer follar y seguir siendo vírgenes. Aunque a ese paso, me temo que nos hacemos viejos y sin follar. O sea, turistas.

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