viernes, 4 de noviembre de 2022

Morituri

Mi admirado Pedro Sánchez, y va en serio, no deja de subyugarme. Enajonado me tiene, casi pavillueco

El otro día puso lo que podría ser, ¡qué pijo: lo es ya, basta de diletancias!, la piedra angular del nuevo culto a los muertos al retomar la ancestral raíz autóctona, y fijar el 31-O, esa víspera mítica, como fecha para conmemorar a los caídos no solo en la guerra civil, sino después, y por supuesto, de ambos bandos, uniendo y haciendo bloque-país (¿truco o trato?). 

A la muerte no la va a conocer ni la madre que la trujo, a los cuarenta años de decir el Guerra eso mismo de España, que ya estaba necesitando una muerte socialdemócrata, ¡qué digo tal: socialista, revolucionaria!, acorde con el nivel de progreso, que ya es de vértigo –lo próximo será, espero, beatificar a esas víctimas, para dar rigor al culto-. 

Felipe, el sevillano, no el Borbón, que bastante tiene con lo suyo, debería pedir perdón por la tardanza, y por dedicarse solo a instaurar, con las migajas de esa socialdemocracia ya en declive en Europa cuando él llegó, un régimen homologable, a costa de fundirse toda la industria y un buen acumulado histórico (de trabajo, mayormente) durante cuarenta años, dejando a cambio una movida madrileña como banda sonora, una Expo fallera, la Pasarela Cibeles y a una Preysler boyerizada, y un sistema corrupto, que ha ido a más, y un tejido social –el tema estrella de aquella promoción- minado, clientelar y anestesiado, del que ahora el heredero disfruta, no como un rebaño modorro (sí, sí, malpensados), sino como un pueblo prudente, discreto, concienciado, y con mascarilla. 

Y desde su entraña igualitaria, desde su médula inclusiva, desde su alma trans (¡tránsfugas de todos los países, uníos!), empotrarnos esa redención social tan anhelada que nunca llega, aunque sea desde arriba y a lo déspota, redimiendo a la vida y sus sueños con el nuevo plan de difuntos, y viceversa. 

Y además, dar así caña, ¡toma ya!, al Jalogüin imperialista ese, tan alienante, esa fiesta del miedo ñoño, más falso aún que la famosa transgresión del carnaval, todo, convertido en consumo y mentira. En otro fraude. Como Sánchez. Como la vida Quizá como la muerte.

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