jueves, 22 de diciembre de 2022

El reparto

 

Allá por la prehistoria, cuando la cesta de navidad, el consenso y vamos a llevarnos bien, los politólogos, periodistas y otras chicas del montón dieron en llamar clase a la casta política, por aquello de dar lustre y postín a lo que era un gremio de conjurados contra el cambio de verdad.

Así se mitificó a ese patio de Monipodio como autores de una régimen cuyos lodos nos llegan hoy a los sobacos. Por momentos incluso se referían a ese gatuperio como ‘la familia política’ (la famiglia), pintándonos a diario un cuadro en el que aparecían, en efecto, tan junticos y más amigos que gorrinos. 

Eran los días del bipartidismo triunfal, hoy por ti, mañana por mí, pa ti el jamón, pa mi la morcilla, pilla tú la corá, que yo me apaño con el mondongo. Y es que había gorrino pa tós. Hasta que vino la fiebre porcina, o sea, la galufa, y con ella, la mohína. E igual que en esas familias que hacían juntas la matazón y, a la que menguaba la magra, estiraban la una del lomo, la otra del costillar, y acababan riñendo por los chorizos, quiero decir los de comer, iban y hacían el mataero cada una por su lado, cosa imposible aquí, pues cerdo solo hay uno (igual que estado, de momento). 

Y si además la casta aumenta con los que hasta hace dos días se declaraban parías, o eso decían, es que no tocan ni a media paletilla. Así es que todos quieren el gorrino –perdón, el estado- en propiedad. Mi reino por un gorrino. La partitocracia es lo que tiene; que aunque el estado, lo público, el gorrino dé mucho de sí, hay tanta cola de espera del reparto, que lo quieren en exclusiva, pues el que parte, reparte y…, y si falta, se sube el aceite y ya está. 

Por tanto resulta imbécil pedir que negocien. Sería peor. Reunión de pastores… O que el TC y el CGPJ se achanten. Son parte de ese estado –o cerdo, con perdón- que, a la vista del percal y conscientes de su posición, se niegan a ser repartidos, queriendo tomar parte también en el mataero, que a este paso ya no será del estado sino de la ciudadanía. 

Y sí, del cerdo –o estado, con perdón- podrán gustar hasta los andares, pero el día que se carguen a lo que lo sustenta, adiós mis pavos.

No hay comentarios:

Publicar un comentario