jueves, 5 de enero de 2023

El roscón

 

Se veía venir. Y nadie ha movido un pelo contra esta nueva amenaza para nuestra democracia, pese a hacer peligrar la convivencia como nuevo motivo de polarización social que ya está enfrentando a las familias en su más tierno regazo.

 

Y es que el panetone está ganando de calle al roscón como colofón gástrico de esta hipérbole quasi vomitiva que son las Pascuas, ahora llamadas Navidad o, más obscenamente, Christmas. Este episodio de casi dos meses de amorconamiento mondonguista en el que los perfumes son anunciados en extranjero macarrónico y las uvas por un enano a régimen y una ninfa vestida de obleas, como recién salida de la metamorfosis. 

O sea, puro XXI, previsto ya por los pensadores como la versión .0 del siglo VI, aquel del umbral de la edad oscura (anterior o clásica). La que nos tocaría a los presentes será más bien a oscuras y con catalítica, pero ¿qué importa eso en realidad disponiendo de Viernes Negros, Netflix e Instagram? 

Aunque lo del roscón es preocupante. Su derrota por el panetone sería como la última claudicación, la digestiva, por ser este postre tan emblemático del neoliberalismo. Yo tenía asumido, tras el declive del polvorón (me refiero al alimento), la desbandada del mantecao y la práctica desaparición de la castaña pilonga, que lo peor estaba a punto de llegar –pasa siempre en los cambios de época, y no hay que dramatizar porque a partir de ahí viene lo bueno-, y lo esperaba más de manos del imperio, algo como más anglosajón. 

Pero está visto que su experiencia en la papila gustativa sigue siendo limitada, y han tenido que ser de nuevo los expertos del sorpasso sus introductores, pues si hay un país influencer de por sí es Italia. Y más ahora, que están en pleno rinascimento, aunque no se sepa de qué, y por eso, por si acaso, se les dice de ultraderecha, ya que ahora, en pleno proceso de morigeramiento y emasculación social, todo lo raro es facha, y el panetone no iba a ser menos, como el provolone, el mascarpone y los Corleone. Con él, el nuevo orden social avanza. El problema es la mantequilla, y que no lleva sorpresa, como el roscón. Que es predecible. Menudo fascismo.

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