jueves, 27 de abril de 2023

Herederos

La campaña, ese mariachi que recorre España, está dejando claro desde la misma  presentación de las listas, que la política no solo es un buen oficio, sino que los buenos oficios se siguen heredando. Como antaño, cuando se veía un buen comienzo (que además podías heredar) ser escribano, recaudador, procurador, funcionario chollista o palanganero de pro. 

Disponer de eso era una oferta que no podías rechazar. Más que si tu padre era churrero, zapatero (no ZP, eh) o cuchillero, a los que continuabas por no haber más remedio. Luego vino el desarrollismo, que es como se llamó, con ese rechazo tan medieval clerical nuestro, al capitalismo cuando hizo su aparición estelar, y los hijos de pelliqueros, los encofradores o braceros, que con tal escuela, más que afrontar la vida, lo que hacían era aprender a morir, renunciaron y cogieron oficios varios. 

Tal era la fiebre por tomar oficio, que uno que conozco renunció a una colocación en Telefónica porque aquello no era ningún oficio, y se metió a mecánico. 

Pero todo vuelve, y las ocupaciones heredadas también. Por no tener, literalmente, nada mejor que hacer. Se empezó al emular labores de cierta honrilla de un padre poeta, pintor o torero, del artisteo, mostrando la suficiente sobra de tiempo y hambre para ser alguien y subirse al candelabro.

 Pero con la crisis la pose se amplió a cualquier clavo ardiente familiar al que agarrarse, con o sin vocación, y se profesionalizó convirtiendo en alimenticio eso que dicen “se lleva dentro”, o “se mama”. Y que en la política llega al extremo (del mamoneo), y como no tengas un progenitor de este auténtico nuevo gremio, no entras en una lista ni haciendo la carrera en unas juventudes, con un master de una Ong y prácticas de okupa o cien manifestaciones certificadas.

 Porque en este nuevo mundo escaso, precario y postneoliberal, lo que cuenta es el gremio, un apellido que garantice tu ideología, que ahora por lo visto se transmite por sangre -qué risa-, como la letra (¿las del Tesoro?) y jurar por tu abuelo represaliado -de lo que sea- que lo vas a dar todo. Y trincar lo posible. Para eso son los nuevos herederos. Y los gremios. 

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