viernes, 14 de julio de 2023

Cine X

 Antes, ser un morboso salido o pajillero vocacional tenía su aquel y hallaba más amparo que ahora un sarcástico o un simple guasón, tan mal vistos. 

La censura social, más cerca de la moral clerical, más benigna a veces que el nuevo puritanismo hipócrita, facilitaba espacios adonde los mirones aficionados acudian raudos, sin mirar para no ser vistos -ese juego infantil-, como acuciados por una prisa carnal al cruzar el parque hacia el Candilejas, donde les aguardaba su película X, aquel invento de sacristía para putibundos anterior a la era pornográfica en todo que se abriría paso por entre la dilución de las ideologías, la democratización del cuerpo y el consumo vicario, ese que se hace a través de la criada, el niño o el perro, y que aherrojó a un rincón en el ángulo oscuro de su concupiscencia a tanto mirón amateur y no pocos perversos polimorfos preadolescentes -móvil u ordenador mediante- que hoy son legión. 

Aunque no se vean. Mejor pensar que no existen. Y aunque no vean películas X, que solo es un mote, una clasificación para cine marginal, con la que los Weinstein, mira por dónde, construyeron Miramax, mirar al máximo (con películas así clasificadas en USA incluidas las de Almodóvar, cosas de la vida.) 

Pero existen. Existe todo. Aunque no se llamen así, o no queramos verlo -esa auto represión del presente: dejar de mirar, y mira que nos gusta-. En la tele echan un montón. Sobre todo en la pública. 

Así que no son marginales, aunque sean realmente X, ya que van claramente contra la Constitución, los principios democráticos actuales, sexualmente ilegales y mayormente impresentables. Pero se ve que son un servicio más de la Junta con los que Page nos viene preparando -con los toros- para ser el ejemplo en el que mirarse España, según él. Luego, no paran de hablarnos de lacras como los abusos, el machismo, la violencia de género, el racismo, y que la mejor solución es la educación en valores. Y por las tardes, otra castaña criminal. 

Eso sí, al final siempre aparece el letrerete de no ser muy acordes con lo que hoy se espera de un producto cultural. Así, como perdonando el bollo por el coscorrón, ¿para quedar bien? Será con ellos mismos, que es con quien nunca aplican la tolerancia cero.

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