jueves, 21 de marzo de 2024

Medianitis

 Más de la mitad del gentío se declara de clase media, lo que no deja de ser una declaración de intenciones, pretender pertenecer a algo que fue y que ya apenas existe.

Un ejercicio de nostalgia. O de fantasía, pues si siempre quieres ser algo distinto a lo que eres, si quieres ser de la clase media, igual es que no lo eres. Por mucho que los gobiernos rebajen los baremos para serlo y que así el balamío no se traumatice demasiado, y pueda creerse un mediano, y no por haber visto cien veces El señor de los anillos, sino lo que se dice un mediocre socioeconómico. 

Creérselo por ver series turcas, por tener una casa (a deber) y querer tener otra (a deber), una rumba, una termomix, un perro, dos móviles, una parienta/e, pero pensando en otra/e, una soldada (pero pensando en otra -aparte de la parienta/e, quiero decir-) que te permite ir a una casa rural o a por tortilla al Mercadona, o un arroz señoret, y a lo peor un niño que te escurra la miaja pringue que supuras, no parece sino venirse muy arriba. 

Y es que no estás ufano, ni dichoso, ni lleno (y menos con la dieta del ayuno intermitente, tan mediana ella) sino más bien escaso, infausto y asqueado. Y sufres como si fueras algo así como un pobre. Y como no quieres creerlo, te piensas otra cosa, pues no es que de ilusión también se vive, es que toda la vida es sueño y los sueños lo son todo. 

Y es que nos falta pedagogía del consentimiento consigo mismos. Vemos un tonto dentro de nosotros y le damos cuerda, en vez de ponerlo en cuarentena. O meternos a políticos, la única ocupación que permite seguir en clases en peligro de extinción, como la media. Y si es por parejas, aún mejor. Algo que saben bien Pedro el Cesarista y Begoña, o sea César y Sra. Porque estamos en otra época y ahora la mujer del susodicho no tiene ni que aparentar, sino facturar. 

La honradez siempre se ha medido en divisas, pero al fin eso se admite como no inmoral. Y la muy honrada Begoña tiene derecho a tratar de seguir en la clase media, que supongo es lo que le mueve. Y ni caso a aquello que cantaba Carlos Cano, de que Dios nos libre de la clase media (sobre todo de esa). Es pura envidia.

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