jueves, 13 de junio de 2024

Aquí huele

 

Yo alucino. Con tanto izquierdoso viejo y nuevo afirmando por ahí que si fueron a votar fue para parar a la extrema derecha. Glups.

Por fin me entero de cómo se frena eso. Gracias, héroes. Os debo una. Aunque me quedo sin jiparme de por qué no dicen que sencillamente votaron para que siguiera Pedro, que, pese a lo vergonzante para ellos, sigue siendo el tío con pasta gansa que les da para chuches, aunque cuando no tiene otra cosa que comer, se los requise para manducárselos él mismo. Y se acabó la fiesta. 

Pero vamos al turrón, que la fiesta continúa. Y con un nuevo payaso: el Alvise ese, que nadie sabe quién es. Aunque no creo se trate de ningún raruno o guatifó dispuesto a acabar con la mangalirondia que nos aburre. Simplemente parece otro monstruito más producto de una sociedad ideal embebida en el narcisismo más absoluto con el maniqueísmo como bandera, la cobardía más rastrera para pagarla siempre con quien se puede, y el espectáculo que prima la puesta en escena y dramatización sobre lo real, enrareciéndolo, y confunde lo esencial con lo contingente. 

Y todo a través de una tecnología que domina las relaciones y la percepción del mundo, todo lo cual nos lleva, pero así, rapidito, y si no echen una ojeada a toda Europa, directos a un nuevo fascismo ideológico, incluso a nivel de mentalidades, que no es rechazado como regresivo sino todo lo contrario, admitido como revolucionario, y el pasado, pasado está. 

Así, en ese ambiente medio, es como cualquier listo, con apoyo en internet -a saber si también con ayudas externas-, manejo de lo virtual, algo de IA y cierto marketing antisistema de resentimiento, mierda y frustración (y bien publicitado por algunos) puede mover, en medio de ese fango y de otros, muchos votos descerebrados o no. 

De esa forma es como ese fascismo social que se anda diseminando, incluso bajo el beneplácito de ciertos antifascistas de pro, con intereses espúreos en sacar rédito a corto plazo, se convierte en fascismo político con posibilidades prácticas en una pseudodemocracia dominada por el pluralismo más aberrante -aquí, cualquier día se presenta un caniche, y gana, y con razón-, el todovale, repleta de gente que la tiene jurada a todo el mundo, y que ha pasado de sacramental a excremental y en la que, como en aquella de Pasolini, todo el mundo ha pasado a comer mierda de todo tipo, y a decir que está buena, pues ese es el menú que se vende como lo virtuoso, adecuado y prácticamente obligatorio. 

¿A qué vienen entonces las quejas y los desgarros de camisa cuando un nuevo íncubo aparece en el panorama de impresentables, cuando el interfecto no ha hecho más que seguir las reglas (o sea, ninguna) para acceder al circo; cuando no es más que otra acabada mercancía, un fiel reflejo de la coprofagia hecha régimen? ¿Qué es de extrema derecha? A que me río.

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