miércoles, 5 de junio de 2024

Cartas

 

Europa nunca fue un continente; más bien, y hasta 1945, era una fosa común. Hasta que los gringos establecieron su pax americana, y el destino europeo quedó fijado entre los derechos, como herencia propia, de la Ilustración, y la sociedad del bienestar a partir de concesiones al socialismo para impedir que el comunismo avanzase desde el este.

 

Así, Europa pasó a dedicarse básicamente a la búsqueda de la felicidad, que al fin y al cabo ha sido su gran aportación, no en balde el asunto fue su creación, o refrendo si se quiere desde ciertas ideas medievales y renacentistas maduradas por la Ilustración, concretado por Diderot en su frase: “solo hay una virtud, la justicia; solo un deber, ser feliz”. A ver quién supera eso (o lo practica, que esa es otra). 

Solo que, para conseguir dicha felicidad, Europa siempre hizo infeliz a mucha gente, pues, ese su triunfal hedonismo y disfrute como señas de identidad siempre fue transmitido (empezando por sus clases dominantes) de un modo imperialista que sacrificaba la dicha de los demás a la de (algunos) europeos. Así es que lo que pasó a promulgarse, por sobre una montaña de muertos, fue la felicidad para todos. 

Las famosas Cartas Europeas. ¿Queréis esto? Pues toma, una carta. ¿Hace falta lo otro? Otra carta. Será por cartas. A tutiplén. Y todo solucionado. Y todo el mundo, tan feliz. Garantizándolo por escrito. Y es que, si bien todas las sociedades cultivan la felicidad como necesidad, por si acaso no hay otra ocasión, y aunque en todas ellas se prometa más o menos otra oportunidad postmortem, la europea es la única que lo establece por contrato social, roussonianamente. 

Y así pasa. Que, ante su práctica obligatoriedad, media Europa anda cabreada o deprimida al no conseguirla, ¡que se metan la felicidad donde les quepa! Y los de las pateras se pelean por conseguir esos corruscos de felicidad aborrecida. Y Sánchez, en medio de este cartismo y consciente de que estamos desatendidos, perdidos en la infelicidad, y necesitamos atención, podcasts, mentiras y realitys, nos manda cartas por primavera. Y a lo mejor en noviembre (pues seguirá) hasta un ramito de violetas.  

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