martes, 30 de julio de 2024

Postit


El giro occidental actual hacia lo oscuro ya fue explicado por el marxismo, con perdón, esa óptica que hace tiempo pasó a especializarse en su primera premisa, interpretar el mundo, dejando a otros lo de transformarlo, con la famosa frase de Groucho, “vamos de victoria en victoria hasta la derrota final”, definiendo así, surrealista pero exactamente, el Nuevo Asalto a la Razón -por evocar el famoso libro de Lukacs sobre la genética ideológica del fascismo hace un siglo-, y aunque suene a astracanada hacerlo con un chiste. O no. 
Igual es desde la sinrazón cómo hay que evaluar lo que viene, dado que la razón, eso cristalizado con la Ilustración y practicado hasta hace dos días, ha pasado a ser otra cosa, si no su contrario, parecido, y querer seguir en ella quizá sea quedarse fuera de juego ipso facto. Que es lo que le pasa a la izquierda. Mucho diagnóstico, pero ninguna propuesta. 
Y eso es como no salir en la tele: que no existes. Y como única salida, las redes y la guerra cultural. Aceptar las reglas y el terreno del contrario, haciendo más evidente aún el papel de colgados del pasado (o past) que le adjudica la percepción social de la época, generada por la otra parte, que es a la que se otorga el carácter de nueva y renovada (o post). 
Porque ese es el juego de lo que se anuncia y que también tiene sus orígenes: el postismo de finales del XX, primero desde la estética, el arte y las vanguardias, esa degeneración pseudo regeneracionista que al llegar al lenguaje, a las ideas, se convirtió en postverdad, postmodernidad, posthistoria, postideologías, haciendo de la vida un postit. Pero no como lo que se deja para mañana sino como el mañana mismo, que ya está aquí. Post contra past. 
Y que se va perfilando en una idea cada día más arraigada, que la misma izquierda está renunciando a combatir: la postdemocracia. Como si solo fuese retórica. Una performance. Cuando empieza a ser un hecho consumado. Y no solo por sus promotores. Ahí está Maduro. Ese revolucionario a pucherazos de postdemocracia. Algo que cada día admitimos más como animal de compañía. Mientras la otra, la democracia a secas, se convierte en postit, pero para luego.

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