lunes, 22 de julio de 2024

Rutinas

 

El hombre occidental, o accidental, jamás imaginó que fuese a trabajar tanto… en su tiempo libre, ese invento para pobres surgido del ocio residual de los ricos, como la moda usar y tirar o el utilitario, supliendo así necesidades básicas adaptándolas al bolsillo, aunque no sea igual el de un fontanero, y perdón por el mal ejemplo, que el de un yentelman, que lo mismo no usa. Pero es que en lo del asueto, desde que tocarse el bolo y publicarlo es un derecho universal, el triunfo de la clase ociosa, implantada ya en los usos y la mentalidad generales, es que es insultante. Aunque, para desgracia de los miméticos humanitas actuales, al adoptar las costumbres de su clase apoltronada de la única manera que saben, con rutinas y con horario, han convertido eso llamado tiempo libre en otra gran actividad frustrante de su felicidad. Si bien el colmo de la estupidez sea lo de apuntarse a esa completa aberración, el giro definitivo de la idiocia de masas, pero sin la cual no puedes definirte ni integrarte en la humanidad más empática que cabe vislumbrar, que es el ocio activo. ¡Chúpate esa! El escarnio más humillante a tu costa y a golpe de látigo, ¡aaah! Bueno, de horario, mejor, esa cosa inventada por los monjes benedictinos nada menos que en el S. VI para llamar a la oración entre peoná y peoná, ora et labora y arre, burra. Desde entonces, el toque de campana tiene resonancias mágicas, tan bien administradas desde arriba, sean campanarios o cúpulas directivas, para instaurar y modular rutinas, sean del trabajo, del gimnasio, del senderismo, de una cama redonda o del pulpo a feira. Para llenar de sentido el ocio ha habido que transformarlo en un nuevo proceso productivo, ahora que las mercancías tangibles están de retirada. Si no, resulta aburrido, pues es solo ocio, y nada hoy en día puede ser solo eso, la nada, pues produce vacío, congoja. Hay que llenarlo todo, pues, de rutinas, y de horarios. De muchas campanas exteriores e interiorizarlas en el reloj en que nos hemos convertido con los siglos, solo para medir el tiempo, ayer esclavo y ahora libre, ese sarcasmo. De lo contrario, se nos para. O así lo creemos.

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