El gobierno está haciendo lo imposible por recuperar la natalidad. Y no me refiero (solo) al apagón del otro día, una oportunidad histórica para intentarlo al menos, en plena tarde
El gobierno está haciendo lo imposible por recuperar la natalidad. Y no me refiero (solo) al apagón del otro día, una oportunidad histórica para intentarlo al menos, en plena tarde
Las paredes no sólo oyen; también hablan. Para muestra, el grafiti que vi el otro día: “Nuestros sueños no caben en las urnas”. Lo típico. Sólo que debajo alguien había apostillado, o contestado: “Por no hablar de otras cosas”. Que, al margen de lo poético de tomar ese receptáculo, y perdón por la palabreja, como objeto simbólico de la bella imagen de contención de los deseos abstractos, y hasta de los más bajos sentidos (tómese bajo sólo en sentido geográfico), me dejó con el enigma de a qué cosas se referiría el tapiógrafo, al que de inmediato acoplé en el perfil (que es lo que se lleva ahora) del tópico segmento JASD (Joven Aunque Sobradamente Decepcionado) en que suele a cualquiera que ligue urna y obscenidad con el suficiente desparpajo anticonvencional; aunque también podía haberse tratado de un sátiro canoso, un ama de casa traumatizada por el precio de las bajoquetas o una abuela necesitada. Pero pongamos que era un joven.
Hace 33 años, Francis Fukuyama, un listillo japoamericano, decretó el fin de la historia. La gente creyó que se refería al folk-rock, al pantalón campana o al capitalismo postbélico, con el neoliberalismo ya en plan kamikaze -que también-.
En la vejez no hay amigos; solamente compañeros de crematario; gente que va a Auschwitz y cree que viaja a Benidorm.
Yo no sé en qué momento se jodió la Semana Santa -homenajeemos a Varguitas-, para pasar a convertirse en otro coñazo como las Navidades pero a la inversa, en un andén hacia la huida, hacia los campos de exterminio del turisteo,
Vivimos de incertidumbres y morimos con dudas -y algunas deudas-. Y nuestras certezas son pocas (y menos que cervezas). Así, yo no sé si Ábalos es un picha brava o un pagafantas, pero sí estoy bastante seguro del triunfo tanto de Trump como de Sánchez en sus envites.
Salgo y veo a Santiago, mi fotógrafo. Viene ya de vuelta con el carrito del bebé, y al ir a verlo me dice, sí, mira el niño, y me enseña la bolsa del pan en el nido, y nos reímos.