La obra ya no resulta
creíble con estos actores. Es como si a Richard Widmark, después de tirar a la
abuela por las escaleras, le toca hacer Qué bello es vivir. Pa habernos matao.
Por eso Albert, sabedor de que ni aun encasillados a tope en el papel de
villanos cejarán en querer hacer de buenos, se ha metido a jefe de casting,
y va echando a éste morlaco al corral, al maula al matadero, a aquel
corniveleto a la retienta, y poniendo rubias de botella como protas de la peli, o
al menos jefas de protocolo médico en el jardín de la república neobananera, haciendo
así algo más autonosuyas las autonomías más heteronómicas.
Pero la productora
sigue siendo la misma, y hasta la dirección, siendo la novedad que ahora cuenta con ayudantes que aspiran a
hacer cine de autor. Por no hablar del guión, que, como en todo filme moderno, el antihéroe siempre pierde y, al igual que en Scarface, el crimen no paga, que para eso es el enemigo
público número uno.
No sé si Pablo se refería a todo eso al decir que eran el
repuesto de la casta. Los otros, claro. Pero el caso es que su caso, valga el remake, es de lo más
parecido, aunque lo suyo vaya más bien por lo becario, que le va mejor. Y es como si anduvieran ahí, con
los vejetes sociocarcas, “amarraditos los dos, con sedas y terciopelo, yo con un
recrujir de algodón y tú serio y altanero”, amancebados solo por interés general, por supuesto, para hacer un máster o un doctorado sobre la toma del poder o, si falla, al menos colocarse, que es todavía más revolucionario, y
de paso cuidarles la almorrana con renovadas poltronas, sacando al parque a los
socioprovectos a airearse la próstata, al grito alegre de la paz, tan decididos ellos, lo
que el niño del anuncio: “¡Quiero hacer caca en el baño de Pablito!” (por puro regeneracionismo, se entiende). Y que, si huele
mejor es solo por la pituitaria social usada como inodoro, que manda, según qué, oler a mierda a unos y otros a rosas de Jericó.
Ah, el amor. Que a unos les
pilla más en la fase oral de su vida, y a otros en la anal, por usar un símil
psicoanalítico, tan demodé o más que la democracia, y traducible por algo así como que lo
acumulado por vía rectal y a veces de forma no tan recta por unos ha de ser expropiado por otros, aunque sea oralmente, pasando así a
ser los chulos mantenidos y viceversa. Que es como hacer un 69 político. Bueno, y de
lo otro también, si hace falta, pues en todas partes hay a quien le encanta la coprofagia.
Eso es el repuesto, la regeneración, que ya se está viendo tiene menos gracia
que los Morancos, y es menos casto que la futura omaíta Susana, cuya prenda vendrá
con un gobierno bajo el brazo, que es casi tanto como un pan relleno de panceta. Si bien todo parezca, si mal lo miras, más bien un simple cancaneo, por
lo público, en público y para el público, y sin recato con que se hacen el amor, como le dicen ahora a la jodienda (pública), de
momento, con condón (no sé sin con sabores). Aunque todo se andará, pues por algo son todos carne sde sus carnes.
No hay comentarios:
Publicar un comentario