viernes, 5 de abril de 2019

El pacopapado



El Papa, ese artista del chamullo, ese Gardel que frasea el tango por bajinis, ha conseguido unir las dos Españas, al lograr que ambas lo detesten.
Unos por peronista, otros por populista (que es lo mismo, aunque los acusicas no lo sepan), otros por demagogo (que ídem de lo mismo), otros por carca (y dale), y otros por rojo (nada, viva la similitud). Si bien él esté en su papel y nosotros en ese sectarismo intelectual euromaniqueo (aprendido de la Iglesia) de quién no está conmigo está contra mí. 
Porque el amigo tiene mucho de pose y de ir de lo que se lleva. Su perfil es propio de uno a seguir en Twitter y al que meterías en tu grupo de guasap, y su manejo de la fe, con su discurso cercano al chascarrillo, parece un fake, pero más bien es un intento de darle la vuelta al partido de la posverdad en marcha que hace de la religión eso, un fiasco. 
La Iglesia, que amenaza irse a segunda, pese a haber cada día más pobres, si bien allí donde viven son clase media, que esa es otra, supo elegir a un buen míster para la descreiduría geneeral y el me gusta. Y mejor que un vetusto tendero ofreció a su clientela lo mejor, un argentino vendedor telepático de crecepelo, nada rompedor y sí mimetizado con el terreno de juego, que opina en vez de pontificar; que usa el nombre propio en vez del dinástico; que se declara austero en medio del boato precelestial; que va del mayor turista antituristas, al instar a ir menos a Roma a besarle la mano y darle los cuartos del viaje a los pobres (que seguro se van con él a Roma); que defiende el Big Bang, la evolución y la Creación a la vez; que es humanista y animalista, ese gran dislate que muchos no ven; que condena la pederastia, pero por encima. 
Y así, se dice que es un Papa a medio camino entre un psicólogo de guardia, un polemista dicharachero y un hincha futbolero. Un Papa de síntesis (¿sintético?), que recorre la tesis y la antítesis como un carrilero, aunque su puesto sea el de central típico porteño, que echa las broncas con franeleo, dicho en lunfardo, y tira balones fuera suavesito, más a lo Mascherano que Simeone, y hasta mete algún gol… a veces en propia meta.

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