lunes, 22 de abril de 2019

Penitentes


Que la vejez es un via crucis nadie lo duda. De ahí el universo de paliativos más o menos oculto al resto de sufridores, por innecesarios, como el viagra, los bragueros, la ortopedia o el vaginesil, todo tan tétrico…
Y útil, porque los más peligrosos, los más emponzoñados, son esos otros adoptados por ser regalos en forma de favores, de esa gran madrastra compravoluntades con dinero robado que es el poder del estado del bienestar, y que en su pecado llevan la penitencia. Porque aún peor que la pobreza o la vejez, a menudo tan melgas, es la estulticia. 
Un bonobús, por ejemplo, puede echar a perder a cualquiera, y no solo por no poder llevar a término con buen pie, que es un decir, la operación bikini, o abortar, con perdón, un subidón de azúcar, o frenar una escalada de celulitis profusa, luego a luego irredenta. El bonobús es, por utilizar otro simil pascual, como el buen samaritano que te lleva la cruz algunas estaciones, y cuando la retomas te pesa el doble y además resulta que era de pago y te toca apoquinar. 
Pero lo peor es cuando te provoca viejera, esa otra cruz. Se dan casos incluso, de ricos que, siguiendo con lo evangélico, no han podido entrar definitivamente en el reino de los cielos –y no digamos ya de entrar por el ojo de una aguja– por haberse hecho con malas mañas con un bonobús, haciendo fechorías inconfesables. 
O gente que sin serlo (ricos, digo; bueno, y algunos ni gente), toda la vida soñando con un coche de alta gama, que se consiguen agenciar al jubilarse, y es regalarles un bonobús y buscarse la ruina, el coche pudriéndose en el garaje, que no saben si vender uno y alquilar el otro, todo el día cavilando, mientras se pasean en bus en ese especial via crucis de líneas y paradas, estúpidos que solo les falta el cilicio –si se lo dieran gratis–, y yendo cada semana –en bus, claro– al médico a por pastillas para el colesterol. 
Eso sí que es una procesión de penitentes, y no la del Silencio, que en su caso no es el de los corderos, sino el de los ovejos. Qué sudario de gente. Y qué manía la de los gobernantes, de secuestrar los pasos y nacionalizarlos para volvernos niños. De teta… y sobre todo baba.

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