jueves, 29 de abril de 2021

Centrados

 En 2020 China dio otro Gran Salto Adelante como primera potencia, yendo más gente al cine que en USA, ya sea por ser más peliculeros que los gringos, o porque las vidas de estos ya no son de película, y ésta la tienen montada pero en la calle. 

Como aquí, donde la pandemia ha sido el descabello del llamado bienestar epistémico, o sea, la necesidad humana de desentrañar el mundo para llegar a cierto saber aquilatado. 

Por contra, la infodemia, esa maraña verosímil e interesada de la postverdad, indescifrable para el receptor medio, tan aislado e inerme, desconectado hasta de la prensa local, precaria y desvirtuada pero más esencial hoy como anclaje mínimo del mundo más inmediato, lo ha vuelto incapaz de discernir del brozal alguna certeza que no sea manipuladora y llevadera, dudando, no solo de lo que dicen sino de lo que uno piensa. Y tan alienante es no creerse fascista por ser de izquierdas como creérselo porque te lo digan. 

Y lo peor no es que esa peli sea solo la última reedición del cuento del lobo, otro capítulo de la guerra cultural en la Red, en el brozal, con que unos y otros dirimen sus luchas de poder. Ni siquiera que la amenaza fascista (real desde hace un siglo), banalizada con hashtags, se convierta en el contrafake igual de trivial que el de la agitprop que la puso en circulación para dar alas al clicktivismo, esa enfermedad senil del izquierdismo de hoy cuya revolución consiste en subir “cosicas” y demandar unos merecidos likes con los que los seguidores se supone apoyan esa toma diaria del Palacio de Invierno. No. 

Los tres extremos

Lo peor es la corriente que sigue subyaciendo a todo eso, y que es pretender que la democracia es equiparar a Vox y Podemos, a los “totalitarismos”, y votar y seguir el status quo, la corrección política, el stablisment, el pensamiento único y los inmovilismos. La perversa equidistancia, la de centrar a la gente, como si los extremos no fueran también algo nuestro, con esos dos mastines imaginarios para dirigirnos al redil y pasar por el aro para seguir en el mejor de los mundos, ese tan plural e hiperinformado, pero a la postre tan de mentira y sectario como siempre.

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