miércoles, 9 de junio de 2021

El bienio


 A Ciudadanos, esa formación, es un decir, que al grito de ¡mi reino por un bienio! (aunque sea negro –bueno, subsahariano–) ha tratado de gobernar esas unidades políticas y supuesta denominación de origen suya,

solo onomástica según se ha visto, que son los poblados, las patrias chicas (o matrias chicos), llevando de follamigo con derecho a roce y merodeo a una bomba lapa –o, si se quiere, a Allien cuando se le zampa a Hurt en to el careto– de otro partido, definitivamente, cuando se les acaba el mandato, como está pasando ahora en diversos sitios, se les queda una cara de teloneros que te rilas. 

Según les cortan el sonido y las luces que alguna vez los iluminaron se dirigen, mucho antes ya de acabar su espectáculo –que es como puede calificarse lo suyo– hacia los que de un modo u otro han estado en escena chupándoles foco y otras cosas, y de los que han hecho, proponiéndoselo o no, gratis o con ánimo de lucro, de mamporreros, camareros, sumilleres,  pruebavenenos, cortacéspedes, alguaciles, pinches, palafreneros, lobistas, alicatadores, o floristas, entre otras tareas y funciones de índole ciudadana (algunas, hasta cívicas) que hay que hacer cuando se es pareja de hecho.

Algo que han llevado a cabo con pundonor, entrega y arrojo para sopor de propios y deleite de extraños, o al revés, que es peor, soliendo acabar la cosa con un fundido en marrón el único periodo naranja –mecánica y amarga y media frustrada–, que se espera no vuelva a ocurrir al menos hasta otra visita del cometa Halley. 

Digamos, pues, que han tenido su periodo, y eso, como experiencia religiosa, no tiene precio para el futuro, si lo hubiera. Ni aunque se declaren ahora partidarios del poliamor. El rock, esa paráfrasis de la vida, no da segundas oportunidades al aficionado nato, como lo es quien cree que el Psoe (o el PP, que también ejerce de garañón) le hace el favor por ir de figurante dos temporadas, y no que es él quien le permite eternizarse como figura. Y las pían. 

Llegaron en clase turista a la política a gentrificarla, y cuando sube el pan por su gestión se quejan de que ellos venían con el bufé libre pagado y ahora resulta que es menú basura y para los que entran, mariscada. Pero al menos están teniendo en general un detalle de ida: suelen largarse a la francesa y no salen a bailar la conga con el grupo estrella. No es por nada, es que saben que les van a tocar el culo. 

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