miércoles, 23 de junio de 2021

La hoguera

 Lo del indulto es solo otra hoguera más de la Nit de Sant Joan (o del país, quién sabe –¡a mí, los bomberos!, que gritaría Jorge Javier–), o eso pensará Sánchez al prender fuego con su antorcha a todo el destrío combustible acumulado en años, sacando a bailar la danza del fuego, no solo a esos cheyenes recién huidos de la reserva, sus reservoir dogs, según algunos, sino a todo quisque, para que nos purifiquemos. 

Porque eso es para él la catarsis, pegarle fuego a España, una afición, como muy nuestra, que parece que con la vacuna regalasen mecheros. (Definitivamente, hemos salido mejores de la pandemia. Y algunas, sin pintar, con tanta máscara). 

Y luego viene cuando, a falta de agua –¿la manguera dónde está?, ¿dónde está la escalera?– hay que apagarla con otra hoguera, la de lágrimas, para lo cual, menos mal, tenemos a Garamendi, que ha resultado ser, él, el vocero de los capitanes de empresa, los Erte men, un pingüino gimoteador a medio camino entre La llorona de Raphael y una plañidera barata disfrazada de Armani

A su lado, Sánchez resulta casi heroico, y ese y no otro es el favor real que le ha hecho –lo de apoyar los indultos va en el cargo–, el de ir patético perdido por todos los zarzales mediáticos en plan Martes y Trece, con “¡yo no queríaaa!”, el último vodevil con el que defender de plaza en plaza, a lo cómico de la legua, como debe ser, la negativa patronal a los convenios colectivos. Para esto ha quedado el capitalismo. 

Los sindicatos, más cucos, no han dicho nada, aunque sean más partidarios del indulto que de una cena a cargo del erario público, y han dejado que sean sus secciones catalanas las que lo pidan, pues, total, ya están desvirgadas por el Procès, y para puta mi prima. 

Pero para hoguera, hoguera, lo de la Asamblea del Consejo de Europa. 324 jetas tertulianos que se reúnen una vez al año –cobrar, cobran sin reunirse– para chafardear sobre derechos humanos tan sangrantes como los de los indultados, premiados algunos con hasta 7.000€ al mes por su estancia de lujo, equiparando así a España con Turquía. Está visto que necesitamos un manager más que un tonto una gorra. 

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