jueves, 10 de marzo de 2022

Tríos

 Fue un tal Warner quien adaptó lo expresado por Shakespeare sobre la miseria, y dijo que la política crea extraños compañeros de cama, y para no quedarse atrás de su colega Mark Twain,

también dijo que el único cultivo que se da bien en la ciudad son los impuestos, y que por fortuna cada generación desconoce su propia ignorancia, y así puede acusar de bárbaros a la anterior. Para tomar nota. 

Y aunque yo me quede con la sinopsis final de Groucho, de que no es la política la que crea extraños compañeros de cama, sino el matrimonio –y eso sin conocer al Emérito–, es claro que los caminos del poder son aún más inextricables que los del Señor, y los ejemplos de asociacionismo contra natura por interés van, desde la simbiosis de nazis y japoneses, pese a ser vistos estos como raza inferior, o al menos más bajita, hasta el pacto entre Paquirrín y su hermanastra con tal de joder a mamá Pantoja

Y es que con las guerras, por aquello de la inflación, que según Sánchez es una creación del maligno, o sea Putin, se suele pasar directamente de los dúos a los tríos, y en tiempos de poliamor y relaciones abiertas como estos, incluso a las camas redondas, arrejuntándose con amigos de mi enemigo, viceversas, amigos de amigos de enemigos y enemigos de amigos de ídem, que ya no se sabe por dónde va la hebra, ni quién tenía los condones, o las bolas chinas, y, oye, pásame ya el satisfyer, que aunque sea chino parece que te lo hayan echado los reyes. 

Como ahora con Maduro, disfrutando ahí, como una gorrina en amor, retozando entre el macho alfa ruso, primo de zumosol socio suyo, y el anacoreta con menos voz que Bosé, Biden, poniéndole a Camela en el casete a ver si traga, aunque sea sin penetración. No es nada personal; son negocios. Mi reino por un barril. 

Y ahí están los tres, mano a mano, haciendo como que no, pero dándose el lote, en plena restregacina en el fango, sin escudo antimisiles, zona de exclusión aérea ni test de antígenos siquiera. Y Madu, sin caber en sí de gozo, aunque mira que le quepa, de poder servir, acamastronado y a chorros de petróleo, a la felicidad tenderil europea. Ay, que me rilo. 

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