miércoles, 22 de mayo de 2024

Vibraciones


Que Argentina está de moda, no cabe duda. Si es que alguna vez no lo estuvo entre nosotros, y con razón. Desde el principio de la llamada emigración golondrina, aquella de ida y vuelta, mayormente agrícola, para la que siempre era verano a base de huir del hambruno parón invernal, quedó inaugurado un flujo de novedades que raramente dejó de ser fructífero. Empezando por los modismos, alguno de los cuales han triunfado en toda la hispanosfera, por así decir. 
Así el de “buena vibra”, esa denominación mayormente juvenil que describe la buena sintonía entre dos personas y que tan bien refleja la orfandad actual de las relaciones en esa edad. Aunque ya se sabe también que la cultura porteña suele ser algo cuatrera y una gran vendeburras que marca como suyas reses ajenas lazadas en la pradera.
 Pues lo que por allá era ‘buena onda’ -por cierto, tomada prestada del muestrario progresivo mejicano- como definición bastante fresca y modernista de la fragilidad adolescente, por provenir de la revolución radiofónica, apenas si iba a aguantar treinta años su hegemonía. Lo justo hasta que llegaron los Beach Boys, aquellos reyes del surf californiano que, en la cima del pop psicodélico de la contracultura, y en plena época jipi, se sacaron de la manga (corta, por supuesto) sus Buenas Vibraciones, basada en una anécdota que contaba la madre de uno de ellos sobre que los perros le ladran a ciertas personas en respuesta a sus malas vibraciones. 
De esta forma, el instinto animal (y no solo en los chuchos), más ducho a la hora de percibir lo negativo como premonición fiable, pasó también a fijar lo contrario, ese caerte bien alguien, de lo que nunca nos habíamos fiado bastante, dejándolo hasta ahí en manos, ejem, de la razón, la experiencia, lo empírico, que quedaron, y quedan cada día más, al arbitrio de la intuición, la primera vista y el sentido común. 
Facultades todas, lejanas, aunque no parezca, del libre albedrío, el discernimiento y otra inteligencia que no sea la emocional. Y así van las relaciones. Mientras, los autores del Good Vibrations aún se preguntan cómo carajo no la patentarían como Good Vibra. Menudo pastizal.

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