Es ley universal del consumo que el aspirante a un palacio se tenga que comprar un casoplón, el que quiera una vivienda PPO, un apartamento, quien apunte a eso una grillera, y el que sueñe con una grillera se acabe conformando con la casuta de un perro. El consumo es descendente, desde la cúpula del deseo hasta la realidad más vil, como bien saben los vendesueños, políticos incluidos, y clave para entender por qué se promueven las bicicletas mientras no hay un piso para jóvenes. Ni siquiera jóvenas.
Y no es que el consumo o la mujer estén sobrevalorados, que también. Los jóvenes, ni eso, lo cual es una auténtica revolución (o involución), pareciéndose esto cada vez más a Friends, amigos para siempre, tralalá.
Y es que el poder lleva un tiempo recreado en cebar una ideología surgida tras la crisis, y el 15-M, que le vino de perlas, por anacoreta, franciscana, pero de Francisco alegre y olé, por frank(icapr)ista -Vive como quieras, no te hagas rico, que es peor, y ole tus huevos-, tan conformista y reaccionaria que cada día más se apunta, qué remedio, a que, para ser feliz, ya no hay que ser libre -ese mito suicida, pero sin el cual no habríamos llegado hasta aquí-, sino solo pobre.
Y que la sibilina propaganda subliminal de hoy apoya eucarísticamente: ni coches, ni pisos, ni niños, ni empleo, ni problemas; vive como un colega hasta los setenta, y después ya veremos (en la UCI, porque de residencias olvidaos, lo cual es un avance, la verdad).
Y el paradigma de todo esto está en la feminización de la publicidad y del consumo, y su extensión a los colectivos paralelos (y lelas) de inmigrantes, jóvenes, marginados y, sobre todo, menores, que es adonde toda mercancía que se precie se remite.
Y no hay gasto más gozoso que el hecho a través de los hijos, renunciando
(en la feria vicaria) a unas gambas para montarlos en el tiovivo, y pasándose
al consumo barato (gran indicador de la pobreza creciente) del caña, perro y
patinete. Es el nuevo mundo, el que ha de hacer equilibrios entre virtudes ricas
y vicios pobres y que, según la tele, nos hemos dado, elegido incluso. Que no
comprado, que sería lo suyo. Aunque sea una mierda.
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