jueves, 4 de septiembre de 2025

El anodinato


Debido a esa percepción tontiloca tan humana del mundo, somos dados a creer que mientras en invierno pasan las cosas, en verano solo pasa el verano, que por cierto es esa época en que sube la temperatura, la luz, el azúcar, el colesterol, el alquiler o los golpes de estado. O los incendios, naves en llamas que creemos más allá de Orión, que diría el androide de Blade Runner, pero que están a esto de tu entrepierna, esa otra canícula. 

O lo del rifirrafe obispal de Vox. O la enajenación de Sánchez, mismamente. Dos serpientes de verano, dos, cuya factura puede llegar a ser más abultada que la taleguilla de un torero. 

Así, lo de Vox, ese desmarque, así, a lo belitre, de la iglesia, puede ser la lanzadera que le permita huir de sus raíces meapilas y conectarse a un espacio cuya única religión, como sus colegas europeos, sea instaurar un régimen cuyo espíritu tenga de santa paloma lo que yo de dorapíldoras. 

O, siendo más gráfico, está a dos avemarías de ser una propuesta civil adaptada al caiga quien caiga que ya fluye en la época, y que encuentra un gran colaborador tanto en la derecha, confusa, amorfa y harta de sopas, como en la izquierda, cuyas propuestas ya no interesan a casi nadie por estar más que amortizadas, y que le sigue el juego en una guerra cultural perdida de antemano. 

Y no hablemos de Sánchez, que cada vez que sale les regala miles de apoyos, y aún más si no sale, como este verano en que ha acabado realmente enajenado, o sea, ajeno de sí, fuera de sí, fuera de plano, y, bueno, fuera de todo, ya que, de hecho, estaba fuera, y aprovechando que los incendios pasaban por ahí, por la época, se ha hecho un cameo a lo Hitchcock, disfrazado de presidente. 

Y es que, de tanto estar que te sales, que lo petas, al final, lo petas y te sales. Hasta de ti mismo. Y te conviertes en otro, te alienas, te mindundizas, eres tu octavo pasajero. Es lo que pasa cuando te empeñas en ser lo que ya no eres, pues eres cualquier otra cosa: un mena, un glovero, un cuentacuentos, un orate, un domador de ovejas… El problema es qué hacer entonces con tantos asesores. Es lo que tiene caer en el anonimato. O peor aún, en el anodinato.

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