viernes, 17 de marzo de 2017

El auto feo


La que se avecina contra los coches viejos empezando por grandes ciudades como Madrid o Barcelona –los radicales libres al servicio del sistema opresor– es otra prueba de que el mundo se reserva cada vez más el derecho de admisión…de pobres, en este caso motorizados. Y eso para circular. De aparcar, ni hablamos. 
Para acceder a su menester de dependientas o camareros del centro, los parias de extramuros tendrán dos opciones, o ir en taxi o en transporte público (o no trabajar, que es más fácil). A elegir: dejarse, o media paga o media vida en el intento, pues el éxito de llegar no está garantizado. 
Es la nueva criminalización del débil (aquí a motor) que, como se sabe, es lo único que no se puede ser por estos lares, por considerarlos un peligro, al contrario que en los países llenos de ellos, donde, debido a su normalización y ocupación de prácticamente toda la pirámide social, todas sus amenazas son asumidas con naturalidad, y vocean, escupen, fuman, emiten gases (varios), engordan y se exceden sobremanera sin que por ello les sobrevenga ningún régimen inquisitorial como el de nuestro paradigma vital, tan moderno, ese que habla de solidaridad, pone la convivencia por las nubes, se derrite por la continuidad del planeta, y va de despropósito en despropósito, al compás de tiranías (necesarias, nos dicen, y por nuestro bien) impuestas por el quiero (cambiar el mundo) y no puedo (más que quedarme con el que hay). Y el tener que gobernar a un individuo muy evolucionado, masoquista, quejica, con hernia discal de serie en la quinta vértebra lumbar, o quinta del gordo (no confundir con la del sordo, que esa el chalé de Goya), amén de un asesino impune de viejas peatonas, bicis y ecosistemas (tal es el tópico), como lo es todo el que maneje esa magnum de cañón largo que es un auto de antes del 2000. O sea la mayoría. 
Todo el que tenga un arma así, además de hacer el payaso (¡vamos de paseo, en un auto feo, pero no me importa, porque llevo torta!, cantaban los de la tele) y disfrutar usándola, matando a la gente y al planeta, a pedos de coche, sepa que el chollo se acaba, teniendo de tope hasta el 2020 para gasear todo lo que pille. Es la moratoria criminal. 
Después, o antes, más bien, al ritmo de Arruíname otra vez, habrá de cambiar de coche en pleno ruinazo, o, en su defecto, acabar tan ilegal como la tenencia y consumo de drogas, aunque no sean para el tráfico en lugar público. Que en este caso sí lo es, pues no hay mayor sinsentido que mantener en el garaje un arma tan excelsamente letal como es un coche
Eso sí, eliminar con el coche a vecinos, falsos desconocidos, exnovias y otros congéneres seguirá siendo la forma más barata e impune de exterminio. Así que no está todo perdido.

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