lunes, 25 de septiembre de 2017

Geografía


Envidia no es la palabra, ya que no soy nacionalista, regionalista ni localista, y así como me encanta cualquier geografía, me la suda y repugna cualquier bandera hecha con ellas, pero aún así me dan eco esas gentes ilusionadas por un sentimiento de defensa del (auto) restringido pequeño mundo con el que se identifican. 
Decir esto y pensar a la vez que el pensamiento nacionalista es una ablación mental, es vil contradicción. Pero es que veo eso ahora llamado el hecho diferencial, nuestro entorno, y no sé qué es peor, si la inversión lingüística, esa aversiva vomitona de automutilación vergonzante, o ese chalaneo de lonja hecho de los intereses comunes y cercanos, por no hablar de la moneda de cambio con el agua, que aun siendo bien general y más productivo fuera, no deja de originarse aquí para ser utilizado por unos como arma arrojadiza para ganar votos dentro, y por otros para ganarlos en Levante, y no sacar nada en claro, acabando todos más mareados que los arcaduces de una noria. 
Igual que dudo si es más penoso el chantaje financiero y político nacionalista, o la desidia e indefensión a que los propios condenan nuestros intereses financieros y sociales, cediendo y sacrificando esa riqueza ahorrada que tanto se ha tardado en acumular, y que ahora se traspasa para blindar con dinero común los intereses partidistas o particulares de tanto impresentable. 
Y no estaré de acuerdo con el sectarismo, victimismo y maniqueísmo con que los del hecho diferencial gestionan sus intereses, pero es que el caciqueo, el ninguneo y el desprecio inherentes a la gestión que se hace con los de aquí, utilizándonos como cromos o siervos de la gleba, santos inocentes irrelevantes e irrebelantes con los que los señoritos del día o de siempre negocian, transfieren, apuestan y se apañan en sus casinillos de poder, rifándosenos como trofeos de caza, jugándosenos al truque cual garbanzos o corchos, y repartiéndosenos como lumis compartidas en sus subastados, condenándonos a ser eterno redil para tratantes, es que ya jode. 
Y los Bonos, Barredas, Cospedales y Pages, extrañados de que aún queden por ahí soberanistas para echarse al monte. Con lo bien que les va a ellos con su corral y gran finca de caza en la llanura.

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