jueves, 26 de octubre de 2017

Repuestos


Qué gran negocio sería ahora mismo una tienda de hipotálamos, que no es un tálamo bajo (un camastro) sino una glándula de por ahí dentro que nos segrega hormonas y drogas para regular el ánimo, la temperatura, el sueño, la libido, el hambre, la sed, las emociones, y sirve de engranaje entre lo neuronal y el resto de funciones para lograr adaptarnos a cada situación, sobrevivir y reproducirnos (aunque no haya necesidad), y de la cual glándula en un futuro, hoy por hoy ciencia ficción (aunque nuestro presente tampoco sea manco en este género), se llevarán a cabo implantes e injertos y habrá repuestos como para una lavadora. 
Pero, de momento, y hasta que eso (y los alargamientos garantizados de pene) no ocurra, este país de costaleros correturnos, nubes cabreadas y ríos niños por la sequía, lleno de putones de mercadillo, donde vemos de oídas, se conjuga el verbo odiamar con verdadera fruición catalépsica, todo el mundo parece tener vocación de prejubilado o de opositor a guardia civil retirado, y tantos aspiran a que los operen, o a que los ingresen, o al menos a engrosar una lista de espera, se tendrá que conformar con ver la tele antes (y después) de acostarse. 
Y es una pena porque es que nos tienen el hipotálamo hecho fosfatina, como un chicle más mascado que una castaña pilonga. Y ni masajes, ni nada. 
Ahí estamos, todos en alerta perenne, todo el día bajo la lluvia tóxica de malos titulares y el bombardeo incesante de mensajes de atención, peligro y alarma, que nos comen el coco y nos dejan nuestro cerebelo que parece Stalingrado. 
El resultado de tal cataclismo es un miedo nuevo, al que los psicólogos llaman “líquido”, por ser difuso, disperso y poco claro, en especial el sobrevenido por exposición a esas situaciones tan peculiares sin culpables claros ni de soluciones concretas, que resulta tan difícil de asimilar, y que se traduce en un estado de inseguridad permanente, derivado todo de la sensación de desprotección y desasosiego, que es general y no solo propia de las personas que tienden al estrés, la depresión o la ansiedad. 
Y lo peor de todo: que así no hay quien se enamore, algo que podría ser fundamental para superar todo esto. Sí, hay paliativos, como el comer, dormir, relajarse haciendo deporte, o beber agua, aunque esto suene a chunga y a sarcasmo en plena sequía. 
No lo remedian pero ayudan. Pero lo que es sobre hacer el amor no hay suficientes datos ni nada concluyente, quizá porque, en mitad de tal desastre no se intenta lo bastante. Al contrario según parece que el dar por saco, que eso sí, es lo que más se lleva últimamente.

No hay comentarios:

Publicar un comentario