sábado, 21 de octubre de 2017

A rastras consigo mismo

Existe un complejo español construido durante décadas consistente en un miedo cerval a ser considerado carca (o dar esa imagen), que quizás por haber consentido serlo o ser tomado otrora por tales, arrastra a la gente a querer parecer lo contrario a toda costa, y autoconvencerse de que ser moderno, correcto, cool y estar bien visto es lo más, sin cuestionarse que tal vez eso sea la nueva ideología dirigista que a partir de los estilos de vida, y funcionando como un sistema de autoayuda para sentirse al menos bien consigo mismo, como un regalo del self, enmascara esa renovada ausencia de criterio que hoy se exige para ser feliz.
No hay mayor felicidad para el poder, lo ejerza quien lo ejerza, que nos sintamos felices, pues él lo será aún más. Y lo mejor para ello es empachar al rebaño de autoestima en las ofertas del boom psicológico-consumista, imponiendo como prioridades regalarse y autohomenajearse continuamente con gratificaciones del tipo “soy cojonudo, progre, tolerante, divertido, feminista, guay y hasta ecologista”. 
Pero si además, desde esta visión de atalaya de uno mismo resulta más fácil achicar las incongruencias de ese friqui de diseño etiquetado como progresismo (vecinos naturales de nube), mejor que mejor, pues así se penalizan como reaccionarios la coherencia, la disciplina y el conservadurismo, obligándonos a renunciar a ellos absurdamente, pues no son patrimonio de nadie, aunque sí opuestos a los nirvanas cuya modorra amenaza constantemente la razón.

En ese pantano ideológico es en el que se mueven millones de individuos que como brújula, llevan implantado el chip del qué dirán, el miedo escénico de siempre, que al menor tufo de volver la pana a los escaparates, han emperchado la camisa y la corbata y se han comprado unos chinos, ejecutando con tal cambio de fondo de armario lo único que se pretende de ellos: que sean del último que llega, y ayuden con su postura de ser el más guay a sojuzgar lo no idéntico y uniformado. 
Así es como, huyendo de ese chaqueterismo que se pretende evitar a toda costa siendo lo más de lo más, lo in a tope, para no ser jamás tildados de fachas, ni social ni políticamente, se consigue precisamente lo contrario. Y es que huir de uno mismo como propio destino quizá sea lo más difícil de la existencia. Y lo peor es que también funciona del revés.

12 comentarios: