viernes, 5 de enero de 2018

La pedrea


La corrupción es para muchos nuestro principal problema –también para Bruselas, ahora que tienen hospedado al segundo–.
Y el gobierno ha anunciado esta semana, aprovechando los Reyes, que este año que empieza seguirá siéndolo, e incluso aumentará. No queda más remedio. Como todo endemismo crónico y forma de vida bienhallada, es necesario. 
No lo ha dicho así, pero es impepinable que en el país inventor de la picaresca y tan educado en lo mío pa mí y lo demás a repartir, ondear al viento triunfalmente fajos de billetes recién sacados del prestamista o del bolsillo del contribuyente, diciendo que de nuevo somos ricos, que ahorrar es antisocial (como si se pudiera, ahorrar, y ser antisocial), ampliar desesperadamente el gasto y entregar lo apercollado y un poco más a autonomías y demás administraciones para que tiren de veta con sus clientelas en un año electoral, es una oferta difícil de rechazar. 
Y más en pleno aumento desde hace años del estilo de vida limosnero de todo tipo a que nos hemos acostumbrado: pensiones mínimas, pagas complementarias, minusvalías a tutiplé, bonos de transporte, exención de la renta, ayudas de todo tipo y subvenciones al pedigüeñeo que van generando un ejército de nuevo pordioserismo (del que no se libra ni la gente bien, ansiosa también por pillar algo del maná, salido de sus carteras, dicen). Todos, al fin, dependientes. 
Y aún creen (es un decir) que al que le sobren los cuartos o no llegue a fin de mes trabajando, aunque eso no le exima de tener que financiar el lodazal, se meta en él tan a gusto, siendo como es la mejor manera comprobada de extender el pillaje, por muy legítimo que sea, como cultura nacional (¿será éste el famoso regeneracionismo?, ¿o quizás las nueva educación para la ciudadanía?) y la típica política de corte de los milagros y el populacherismo vital, que seguirá justificando a los que medran depredando el estado, que se hace así cada vez más imprescindible (cuando debería tender a lo contrario, a ser reemplazado en muchos aspectos por alguna sociedad civil menos sospechosa), aunque solo sea porque reparten alguna golosina para el chupe de vez en cuando. 
Y por fin, el nuevo año, con el dinero en cabalgata, la cabalgata del euro, descarado, sin anestesia, y después de tanta sequía. Como para no pillarlo con ansia, que ya se huele, con el olor a lobo. Se anuncia la riqueza: pronto estaremos perdidos. Eso sí. Ahora sí que nos vamos a alimentar con pasteles, como nos merecemos, y como ordenó la jodía María Antonieta hacer con la plebe falta de pan. Y más, con lo malo que lo hacen últimamente. En cambio, la plebe sigue, seguimos igual. O peor, porque ahora, encima, creemos que el estado es nuestro. Por eso pedimos su reparto. Solo que siempre nos tocan las sobras. La pedrea.

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