jueves, 7 de marzo de 2019

Mitos y contramitos


En 1975, Fernando Suárez era vicepresidente tercero del último gobierno de Franco, y como tal, apoyó los últimos fusilamientos de ese gobierno. Después sería diputado de la democracia, y hasta miembro de la Real Academia de Ciencias Morales y Políticas, y se dice que un colaborador ferviente para la consolidación del nuevo régimen. 
Hoy, una mujer de Podemos es cuestionada como diputada futurible por ser una asesina y haber cumplido la pena correspondiente. Algunos dirán que no es lo mismo. Y es verdad. 
No es igual matar por decreto que con las manos. Por el bien de la patria que en caliente. Y siempre será peor en una mujer, que ha de ser vida. A un hombre se le perdona más, pues al fin y al cabo para eso está(mos). Pero si hemos asesinado hasta a Dios, cuenta el poeta. 
Y el caso es que todo responde a mitos: hombres, mujeres, patria, verdad, mentira, justicia o asesinato, Dios. Mitos forjados hace milenios, pero ahora mismo también, según venga dado el mundo. 
Cualquier lectora capaz de abandonar sus 50 sombras y pasarse a Robert Graves podrá comprobar cómo sus pasiones, deseos y actitud penden de ese hilo que es el universo simbólico que ha fijado su propio imaginario hasta hoy y que viene marcado como una impronta antigua por la mitología griega, que el autor describe magistralmente con tan solo relatar cómo cada mito es construido sencillamente para sustituir, ya en la sociedad patriarcal, cada aspecto del derrocado y casi extinto matriarcado. 
Es por lo que borrar eso de un plumazo, como se quiere desde ciertos ámbitos, en muchos de los cuales predomina el claroscuro, es contraproducente, casi suicida. 
Se impone, mejor, la construcción de una contramitología, con nuevos mitos, hechos desde la época (y a toda prisa), como la superior condición femenina, para todo, su actitud, su solidaridad, su hambre, etc, todo, sacado del neo racionalismo relativista del momento –¿qué es, si no, ese feminismo liberal de trapillo de C’s?–. 
Poco estudio, pues, y mucha inmediatez, es lo que hay. Y demasiada velocidad, azuzada por el propio interés de los políticos, asesinos de casi todo. La causa quizá lo merezca. Y el movimiento es joven. Aunque velocidad y juventud juntos también suelen hacer bonitos los cadáveres.


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