jueves, 22 de agosto de 2019

Bicefalia

Los que vivimos en ciudades bajo el nuevo formato del mandato 2x2, o tú arriba dos años y luego yo debajo otros dos –perdón, creo que me estoy liando con el Kamasutra-, o sea, lo de repartirse la alcaldía a lo Salomón, sin una madre –ya que las alcaldías no tienen mamá (la madre que las parió), aunque se mame-, que se eche a llorar como loca, “¡nooo, para él, que se la quede, pero que no la partan en canaaal!”, pues estamos de suerte. 
Más aún: somos de lo más afortunados, porque en vez de un alcalde, tenemos dos por el precio de uno -ya veremos-. Mejor que tener dos padres, que eso lo tiene cualquiera, y más en lo político, sino mejor que tener dos madres, que si una ya es demasiado, imagínate dos. Pero como lujo, un lujazo. 
Te haces un esquince, y va el vicealcalde y te inaugura una perrera, o unos daños vandálicos a mobiliario urbano; te tienes que ir a Torrevieja, por cumplir con la familia, y tu sosias te evita el muermo de reunirte con vecinos, inversores u otros interesados en la ciudad, y con la seguridad de que no te va a segar la yerba bajo los pies, o pisarte el negocio. Por algo el alcalde in pectore (el otro) es tu avatar y tiene idénticos intereses y es como si fuera tú, pues la única diferencia son los asesores, que son distintos, pero eso es puro formulismo, para aparentar pluralidad. 
Por lo demás es lo mismo. Y para el contribuyente es un chollo, algo así como tener melgos, que con lo que crías uno, crías dos, y sin sentir, como aquel que dice. Y luego, que pueden repartirse la faena, “tú a cenar con fulano a tal sitio, y yo, que estoy delicado, a comer con zutano al otro”, “tú a las Quinientas y yo al Cerrico”, y así se hace patria con todos. 
Una especie de tú a Boston y yo a California permanente de lo más chachi. Se lo he tratado de explicar a mi frutero, que es pakistaní y con ganas de integrarse, que es lo que en los libros de historia llamaban duunvirato, cuando dos cónsules de aquellos se turnaban para mangonear. Y él dice que “claro, don viriato”. Y yo que no, que duunvirato. Y él, nada. Y lo mismo lleva razón. Además, quién soy yo para contradecir a mi frutero.

No hay comentarios:

Publicar un comentario