sábado, 3 de agosto de 2019

Desorden


Los ricos no deben practicar la caridad. Es algo que aprenden desde pequeños. 
Un rico es un apátrida social que no puede ejercer de limosnero; su relevancia lo delata y anula su acción, pues la limosna, si no es anónima, es imperdonable, porque deja de serlo, para ser algo más que la ofensa que es toda caridad. Si la das a tu jardinero, solo te odiará éste, y en silencio, pero si la generalizas, cunde el recelo, explota el resentimiento y todos te detestarán a voces. 
Pero cuando la riqueza llega tras mucho bregar desde abajo, antes o después te dejas llevar por la tercera virtud teologal, y a la picota. Amancio Ortega lo reunía todo para ello. El pobre, con lo que habrá tenido que currar, no para llegar a ser rico a reventar, sino después de serlo.
Flor viva de ese dicho de que el dinero, el amor y el humo no se pueden ocultar, en vez de comprarse una isla o irse de juerga con cualquier jeque y su jequesa, o hacer las sandeces propias del nuevo rico de fortuna súbita y malgasto imprevisible, o callárselo simplemente, y esconderse, que es lo práctico en cualquier reino de frustración e insidia, va y demuestra que va sobrao, y se hace nada menos que filántropo del Estao, endiñándole una limosna de amores, dolores, en equipos sanitarios, dándoselas de rico chic y solidario. 
Lo cual no tiene perdón, por poner en duda al donado, ablandarlo con dádivas en vez de sufragarlo, y tratarlo desde la bonhomía como un mindundi. O, dicho en psicoanálisis, dejar el super yo a la altura del betún, junto a todos esos demagogos de lo público que van de profesión, sus bondades. 
Prójimos más o menos gaznápiros (quizá clientes inconfesos de Zara, ese altar de los jobres), que dicen que no lo hace por amor a ellos –y que de amoroso, en el sentido fiscal, habría que verlo–, y que todo son cortinas de humo de vaya usted a saber. 
Es el sino de todo Craso caritativo, condenado a la falsa solidaridad, que se supone es entre iguales, y, la verdad, si alguna vez tuviste que trabajar, es difícil pagarle una mariscada por la cara a Florentino, solidario ejemplar. Lo suyo es más dar limosna al estado. Aunque no esté  a su nivel.

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