lunes, 23 de septiembre de 2019

Asco

A los asesinos de mujeres les ha dado ahora por hacerlo en público. Como si para motivarse necesitaran espectadores, y cuanto más familiares, mejor. O sea, peor, porque aunque no paguen entrada, la visión de la muerte de la madre, o la del padre matándola (solapadas y a cual peor), es el precio más oneroso que puede pagar un hijo por lo más infernal, aunque en realidad sea solo la señal del coste final que solo acabará con el mismo espectador, por ser un asunto, alzheimer mediante, de por vida. Un espectáculo eterno. 
Porque, se quiera o no, también es eso. Por su puesta en escena, sin duda con un argumentario, un repertorio, un presupuesto. Y su ejecución. Es, por escabroso que resulte, como si los asesinos no tuvieran bastante con matar, que ya debe satisfacer lo suyo (lo de ellos, quiero decir), y buscasen, además, el me gusta (o el me disgusta, que a lo mejor les gusta más), el aplauso, algún meme que echarse a la pobre neurona. 
Y me da por pensar que tras estos crímenes abyectos y un tanto absurdos también existe la huida del anonimato de hoy: la evasión de la soledad del Facebook, la ruptura con la alienación del don nadie oculto en el grupo de guasap. Ser al fin alguien dentro de la anomia general, aunque eso conlleve nombrarte de manera horrenda. En fin. 
Se dice que estos crímenes son los que justifican la PPR (Prisión Permanente Revisable), eufemismo con el que se quiere revivir la cadena perpetua. Y se abre otro telón, que si justicia, que si venganza. Prevenir o curar. Vigilar o castigar. Bah. Al final, son ideas, producto de la mentalidad de cada época, para consumo de la sociedad del día en forma de usos y modas perecederas sobre la muerte, sea civil o física. 
Pero nadie piensa en el espectador. No solo el lejano, el gratuito, sino el pagano directo y víctima, solidario en tanto padecerá siempre no solo esa acción, sino también su sanción, afectado tanto por la cárcel del reo como por su posible liberación. Esa otra condena que lo convertirá en convicto permanente de eso tan asqueante como es la inocencia culpable, o viceversa. Es como se transmite toda pena. Y les ha tocado.

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